Juan van der Hamen y León fue un pintor barroco español del llamado Siglo de Oro, reconocido especialmente por sus bodegones y floreros, si bien practicó también la pintura religiosa, el paisaje y el retrato. Pintor versátil, influido tanto por Juan Sánchez Cotán como por el flamenco Frans Snyders en la concepción de sus primeros bodegones, y bien relacionado con los ambientes cultos de Madrid, adoptó tempranamente el naturalismo que llegaba de Italia. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Bodegón con dulces y recipientes de cristal”, fechado en 1622.

"Bodegón con dulces y recipientes de cristal" (1622), de Juan van der Hamen y León

Es en la pintura de bodegón, minusvalorada por los tratadistas como Antonio Palomino, pero muy estimada por la clientela según ponen de manifiesto los inventarios, donde destaca Van der Hamen, con una producción abundante y un elevado número de piezas conservadas, cerca de setenta, más de la mitad firmadas y fechadas entre 1621 y 1622. Inmediatamente después de pintar el perdido bodegón del Palacio del Pardo y de conocer en la colección real los bodegones de Sánchez Cotán, Van der Hamen supo apreciar antes que nadie en España las posibilidades mercantiles que ofrecía el nuevo género, abierto a una clientela más amplia, que podían ser explotadas en beneficio de la economía familiar —y en 1622 había sido padre por segunda vez— en ausencia o a la espera de encargos más tradicionales.​ Buena prueba de su éxito puede dar la presencia de once de sus bodegones, en una fecha tan temprana como 1624, en el inventario de los bienes de Gállo de Escalada, secretario de Felipe IV, con ocasión de su boda.

Según texto extractado de Ruiz, L.: El Greco y la pintura española del Renacimiento. Guía, Museo del Prado, 2001, p. 222, “sobre un estrecho tablero se dispone una selección de objetos y manjares propios de una merienda o pequeño refrigerio; una sucesión de objetos de distintos materiales, unidos por su función y su forma sinuosa, completada por su misma disposición serpenteante, donde, como es habitual en este género, el artista realiza sobre todo un ejercicio de virtuosismo realista donde la luz conforma volúmenes y calidades, al destacar los distintos elementos sobre un fondo muy oscuro. Es éste el bodegón más unánimemente admirado de Van der Hamen, una creación temprana donde se aprecia la huella de Juan Sánchez Cotán y el conocimiento de la pintura tenebrista italiana. Es, sin duda, uno de los más sutiles y refinados ejemplos de cuantos bodegones nos han llegado del artista madrileño, tanto en técnica como en composición; sin embargo, no es el más representativo de su estilo, un tanto rudo y seco en su pincelada, geométrico y teatral en sus composiciones, y donde la acostumbrada solidez y contundencia de los objetos no queda envuelta por la hermosa trabazón cromática conseguida en este bodegón. Se ha considerado que Zurbarán pudo inspirarse en este cuadro para componer su célebre Bodegón de cacharros, atendiendo a la composición y a la luz tenebrista empleada por el extremeño”.

Siguiendo este mismo documento, “se cree pintado para una sobrepuerta donde la visión de estos dulces manjares se convertía en un perfecto trampantojo y en una elegante invitación a degustar frutas escarchadas, barquillos y aloja, una bebida de origen morisco preparada con aguamiel y especias aromáticas, cuya dulzura justifica la presencia de las dos moscas que sobrevuelan el frasco, una ingeniosa referencia a la pintura como engaño que retomaría la entonces mítica figura del pintor griego Zeuxis”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes