Lienzo de gran interés en el que el vino alcanza un notable protagonismo es “Del saqueo de Roma”, que Francisco Javier Amérigo y Aparici realizó en Madrid en 1887. Para la ejecución de este lienzo, el pintor opta por recurrir al vino como elemento de desorden y desenfreno. Encontramos soldados ebrios de vino y de lujuria, amontonando botín de los templos, haciendo de sus altares una mesa para sus orgías, un lecho para sus liviandades, un pesebre para sus caballos. Encontramos un convento abandonado a la violación y al pillaje, padres que mataban a sus hijas por salvarlas de la deshonra.

Del saqueo de Roma

Francisco Javier Amérigo y Aparici (Valencia, 1842 – Madrid, 1912) fue un importante pintor valenciano. En su obra, analiza despiadadamente los efectos del vino, saca el lado más negativo de este, aquel que relacionaba el caldo como embriagadora bebida que nos convertía en bestias. Muchos son los referentes artísticos que, tanto en el siglo XIX como anteriormente, plasman las consecuencias de la ingesta de vino. Poco días antes pasábamos por encima de uno de estos casos, con “El borracho” de Leonardo Alenza.

Con “Del saqueo de Roma”, Amérigo y Aparici obtuvo medalla de primera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En él, se narra la acción devastadora emprendida por las tropas de Carlos V en 1527 sobre la capital del catolicismo. Representa la corriente más liberal de la pintura de historia, opuesta al triunfalismo propagandista de los pasajes de la historia de España premiados tradicionalmente en los certámenes oficiales.

En el interior de un templo y junto a las gradas del presbiterio centran la atención del espectador las figuras que aparecen en primer plano. A la derecha, tres cadáveres, de un hombre y de un anciano que sostiene sobre él el cadáver de una joven, su hija. El lado izquierdo es el lado del despropósito y del descontrol. Una serie de soldados sacrílegos aparecen revestidos con ropas litúrgicas. Uno de ellos, cubriendo su cabeza con una mitra, está en actitud de bendecir a un personaje de grotesco semblante que sostiene una cruz. Otro, junto a él, se cubre con una capa pluvial y lleva en su mano izquierda un cáliz, lógicamente lleno de vino, con el que parece brindar.

Del saqueo de Roma 2

La escena, como podemos comprobar, es caótica, confusa, excesiva, agresiva, completamente anómala. Eso es precisamente lo que quiere transmitir Amérigo y Aparici. Junto a todos los personajes anteriormente comentados, otra serie de soldados llevan en sus manos ricos calices en los que han escanciado vino de una cristalina botella. Uno de ellos se encuentra sentado, en primer plano, absolutamente ebrio.

Del saqueo de Roma 3

Su doctrina cristiana estaba por encima de su propia vida. Amante de todo aquello vinculado con el evangelio y el dogma, Amérigo cultivó en la última etapa de su vida la pintura religiosa en el techo de la sacristía de la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, llegando a ser diseñador de escenografías para el Teatro Martín de Madrid.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes