Su obra madura ha sido etiquetada como impresionista, postimpresionista y, sobretodo, luminista. Tiempo atrás ya hablábamos de su magnífco cuadro “Viejo castellano vertiendo vino” (1907), un constante juego de luz. Joaquín Sorolla fue un prolífico artista español. Dejó más de 2200 pinturas catalogadas, varias de ellas intimamente relacionadas con el mundo del vino, la vid y los viñedos.

En la etapa que nos ocupa, podemos apreciar en Sorolla una incipiente preocupación por temas sociales. Muestra, en sus cuadros, acciones y conflictos de gente corriente. Joaquín Sorolla, en este caso, cogió sus pinceles y se marchó a Jerez para reflejar el origen de uno de los vinos españoles más afamados mundialmente. De ahí surge “Vendimiando, Jerez” (1914), todo un testimonio gráfico de una época desarrollado en plena madurez artística.

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Hablamos de un encargo de diez obras. Gracias a este proyecto, se conservan en el Museo Sorolla de Madrid unas bellísimas pinturas, de ejecución abreviada, que nos ponen de manitiesto, de una manera precisa y con gran belleza plástica los trabajos desarrollados en la viña con motivo de la vendimia. Además se trata de un importante documento de carácter etnológico al presentarnos a los trabajadores con la indumentaria utilizada para aquellos menesteres.

Sorolla realizó en Jerez en total diez bocetos al óleo. Unos son simples estudios de vides y campo y en otros aparecen vendimiadoras con el clásico atuendo protector del polvo, el calor y los rayos de sol, caracterizado por el ancho sombrero de paja bajo el cual un pañuelo envuelve la cabeza y apenas deja al descubierto el rostro curtido de las jovenes. Pero todos tienen algo en común: la luz vitalista y amable del pintor valenciano. Con esa luz tapaba intencionadamente la realidad algo menos idílica que atravesaba el campo jerezano por aquellas fechas.

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“Vendimia en Jerez”, 1914

La luz y el color, siempre aplicado con largas pinceladas, serán los elementos principales que podremos discernir en su obra. Sorolla no desaprovechó la oportunidad de presentar su «Visión de España», una imagen de las tierras y las gentes de su país contemplada a plena luz del sol. Su punto de vista, en ocasiones aparentemente ingrato, solía mostrar la esencia de personas sencillas en sus quehaceres diarios, con un trasfrondo tierno y orgulloso.

Las primeras décadas del siglo XX resultaron especialmente convulsas para los trabajadores del viñedo jerezano que, lejos de la estampa relajada de los cuadros de Sorolla, vivían profundamente preocupados por sus derechos. Antes que Sorolla otros pintores se habian interesado por los paisajes de Jerez y su entorno como el escocés David Roberts, en 1833 o los franceses Nicholas-Marie Joseph Chapuy, en 1849, y Gustave Doré, que acompañaba al barón de Davillier, en 1862.

Estos bocetos se conservan en la actualidad en la Casa Museo de Sorolla en Madrid. El millonario hispanista Archer Milton Huntington, que le contrató para pintar una serie de cuadros que reflejasen las gentes, trajes, costumbres y paisajes de diferentes pueblos españoles, no consideró que debieran pasar a formato grande. Sin embargo, esta investigación antropológica queda para todos los amantes del vino, sin duda un documento con un tremendo valor histórico y cultural.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes