Maurice Lobre (1862-1951) fue un artista francés. Nació en Burdeos y murió en París. Lobre fue reconocido por primera vez a finales del siglo XIX, cuando su obra se expuso en el Salon du Champs-de-Mars. En 1888 recibió una mención honorífica y una beca de viaje del Salón. Ese verano viajó a Normandía, donde se alojó con Jacques-Émile Blanche. Para entonces, Blanche recibía regularmente a artistas populares. Degas y Whistler estaban entre sus invitados más destacados. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Retrato en el espejo, París”, fechado en 1882.

Retrato en el espejo, París (1882), de Maurice Lobre

A principios del siglo XX, Lobre produjo obras de estilo Intimista. Sus motivos estaban dominados por cómodos escenarios burgueses. En abril de 1905, su obra fue expuesta junto a otros profesionales del estilo en una exposición colectiva en las galerías de Henri Gervex. La exposición presentaba piezas de Édouard Vuillard -que acuñó el término “intimista” para describir sus propias pinturas-, Henri Matisse, Hermann-Paul, René Prinet y Ernest Laurent. A Lobre se le concedió un espacio destacado por sus “deliciosos interiores del castillo de Versalles”.

La estrella del Salon du Champs-de-Mars de 1908 fue sin duda Rodin, pero Lobre estaba “bien representado”, y su prominencia aumentó durante el período anterior a la Gran Guerra. Lobre estuvo cerca del poeta Robert de Montesquiou que le dedicó su colección de sonetos, Les Perles rouges (1899). Cuando Europa cayó en el caos en el verano de 1914, Maurice Lobre ayudó a describir sus atrocidades. Algunos de los trabajos que produjo durante este período forman parte ahora de la colección del Smithsonian y están agrupados con otros Intimistas como Hermann-Paul y Ernest Laurent.

Según destaca Guillermo Solana, “En su libro La maison d’un artiste, dedicado a describir sus colecciones, el novelista Edmond de Goncourt advertía: «Yo tengo la particularidad, cuando me peino o me cepillo los dientes, de que me gusta ver en la pared, durante estas operaciones tediosas, un pedazo de papel coloreado o un tiesto de cerámica que se irisa, que relumbra, que refleja la luz en los colores de las flores. Y por eso mi cabinet de toilette está literalmente cubierto de porcelanas y de dibujos al gouache». Artista culto y coleccionista no menos refinado que Goncourt, también Blanche envuelve cada escenario de su vida (hasta el cuarto de aseo, como en este caso) con piezas exquisitas: los cuadros, las alfombras, la chimenea decorada, que enmarca unas flores en un jarrón. Junto al lavabo hay una silla de los talleres de William Morris; en la pared se distinguen una estampa japonesa y un pequeño paisaje whistleriano. Los espejos nos permiten vislumbrar el resto de la habitación y configuran un pequeño laberinto misterioso”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes