José Romano Gutiérrez-Solana y Gutiérrez-Solana, conocido como José Gutiérrez-Solana, fue un pintor, grabador y escritor expresionista español. Su pintura refleja, como la de Darío de Regoyos y la de Ignacio Zuloaga, una visión subjetiva, pesimista y degradada de la España de la Generación del 98. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “La tertulia del Café de Pombo”, fechado en 1920.

La tertulia del Café de Pombo

Fuera de la influencia que en él ejercen los pintores del tenebrismo barroco, en especial Juan de Valdés Leal, tanto por su temática lúgubre y desengañada como por las composiciones de acusado claroscuro, es patente la influencia de las Pinturas negras de Francisco de Goya o del romántico Eugenio Lucas. Su pintura es feísta y destaca la miseria de una España sórdida y grotesca, mediante el uso de una pincelada densa y de trazo grueso en la conformación de sus figuras. Su paleta tenebrista resalta el oscurantismo de la España del momento. Su obra puede estructurarse en torno a tres temas: las fiestas populares (El entierro de la sardina), los usos y costumbres de España (La visita del obispo) y los retratos (1920, Mis amigos).

Su pintura, de gran carga social, intenta reflejar la atmósfera de la España rural más degradada, de manera que los ambientes y escenarios de sus cuadros son siempre arrabales atroces, escaparates con maniquíes o rastros y ferias dignos de Valle-Inclán (por los que sentía especial predilección), tabernas, “casas de dormir” y comedores de pobres, bailes populares, corridas, coristas y cupletistas, puertos de pesca, crucifixiones, procesiones, carnavales, gigantes y cabezudos, tertulias de botica o de sacristía, carros de la carne, caballos famélicos, ciegos de los romances, “asilados deformes”, tullidos, prostíbulos, despachos atiborrados de objetos, rings de boxeo, ejecuciones y osarios. Trabaja también el grabado, generalmente al aguafuerte, insistiendo en una técnica directa y más bien ruda, de trazos gruesos. Salvo alguna rara excepción, los diseños repiten pinturas anteriores. Apenas imprimió grabados en vida; la primera tirada formal de ellos data del año de su muerte, 1945, y la más difundida es la segunda, que se emitió póstumamente, en 1963, antes de la cancelación y depósito de las matrices originales en la Calcografía Nacional (dependiente de la Academia de San Fernando).

Como escritor posee un estilo semejante, de grandes cualidades descriptivas, vigoroso y enérgico, apropiado para la estampa costumbrista. Por ello la mayoría de sus obras son libros de viajes. Sus escritos más importantes son Madrid: escenas y costumbres (1913 y 1918, dos vols.), La España negra (1920), Madrid callejero (1923) y Dos pueblos de Castilla (1925). También escribió una novela, Florencio Cornejo, en 1926. A veces utilizó fotografías ajenas como modelo para sus pinturas. El ejemplo más claro se constata en su obra titulada Café cantante, que copia casi literalmente el encuadre y parte de los personajes de la famosa fotografía del mismo título de Emilio Beauchy, tomada hacia el año 1888 en Sevilla.

Según estima Paloma Esteban Leal, “La tertulia del Café de Pombo es la obra más emblemática de José Gutiérrez Solana, exponente de la gran afición de su autor a las reuniones de intelectuales, habituales durante el primer tercio del pasado siglo en los más conocidos cafés madrileños: el Nuevo Levante, el Universal, el Candelas y, sobre todo, el que da título al cuadro, el Pombo. El lienzo, donado al Estado español por Ramón Gómez de la Serna en 1947, fue expuesto previamente en el I Salón de Otoño de Madrid, celebrado en octubre de 1920 en el famoso café madrileño del que tomó su nombre, situado en la calle de Carretas. Posteriormente pasó a formar parte de la colección de Gómez de la Serna. Los protagonistas de la pintura son algunos de los mas destacados intelectuales de la época: Manuel Abril, Tomás Borrás, José Bergamín, José Cabrero, Gómez de la Serna –de pie, en el centro de la escena– Mauricio Bacarisse, el propio Solana autorretratado, Pedro Emilio Coll y Salvador Bartolozzi. El esquema compositivo de este conocido lienzo repite las constantes de otras representaciones solanescas: fuerte claroscuro, frontalidad y hieratismo en el tratamiento de los personajes, así como la disposición de estos en semicírculo, rodeando a la figura central. El espejo aparece en su condición de elemento mágico, por medio del cual se confunden la realidad y la ficción, tal como ocurre asimismo en otros lienzos de Solana. La concepción dibujística de la obra, la abundancia de materia y el predominio de los tonos sombríos son también características de este popular retrato colectivo”.

La tertulia del Café de Pombo

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes