Alexander van Adrianssen nace en Amberes en 1587. En 1610 se inscribe como maestro, sin embargo, no se conocen obras anteriores a 1631. Desde esta fecha figura especializado en pintura de flores y bodegones. En la entrada del Cardenal-Infante en Amberes, se le encargan los blasones que habrían de adornar los arcos de triunfo. No es artista que guste del movimiento de las masas, tan frecuente en la escuela de Rubens. Busca el equilibrio del dibujo y los tonos plateados, típicos de sus bodegones de peces. Murió en Amberes en octubre de 1661. Su obra no es ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en “Bodegón: mesa con vajilla, queso, salchichón y pescados”, sin datación precisa dentro de la primera mitad del siglo XVII.

Alexander Adriaenssen

Adrianssen, Alexander van, educado en una familia de artistas con su padre, el compositor Emanuel Adrianssen, a la cabeza y dos hermanos, Vicente y Nicolaes Adrianssen, también pintores. Alcanzó el grado de maestro del Gremio de Pintores en 1610 especializándose en pintura de bodegones, tras haber pasado un periodo de aprendizaje bajo Artus van Laeck. En 1632 acogió como discípulo al pintor Philips Milcx. Desde 1623 se conocen obras suyas firmadas, aunque su periodo de mayor fertilidad pictórica llegó en 1635, cuando realizó los escudos de las diecisiete provincias de los Países Bajos para las decoraciones efímeras erigidas durante la entrada del cardenal-infante en Amberes. La mayoría de sus trabajos son bodegones que muestran alimentos sobre una mesa acompañados de diversos objetos de cobre, elegantes copas de cristal o vasos de flores. Curiosas por su escasez son las guirnaldas con figuras, aunque realizó alguna obra de este tipo. Desde muy pronto sus trabajos responden a un mismo esquema que consta de una composición diagonal asimétrica, donde los motivos se acumulan unos encima de otros en diversos planos. Las tonalidades suelen ser muy sobrias, alcanzando un cierto monocromatismo que, bañado por una luz suave y equilibrada, produce un cierto efecto de claroscuro. Sus pinturas se inscriben dentro del grupo de los banquetes monocromos muy de moda entre la pintura flamenca de su época, pero tamizados de manera evidente por la influencia de la escuela holandesa de Haarlem, con la que se relaciona muy de cerca la obra de Adrianssen. En ocasiones algunos de los motivos representados son préstamos del repertorio pictórico de Frans Snyders, como alcachofas, aves y, particularmente, gatos vivos. Sin embargo, sus obras presentan una gran personalidad y viveza garantizada por su habilidad en las representaciones táctiles de los elementos mostrados, tales como la frescura de pescados y ostras y la transparencia de los objetos de metal y cristal. Esta calidad hizo atractiva su obra a los ojos de los coleccionistas contemporáneos.

Según texto extractado de Pérez Preciado, José Juan., “Los Bodegones de Alexander Adriaenssen de la colección de Felipe IV y su primer poseedor: el arquero Real Jan Wymberg” en In sapientia libertas: escritos en homenaje al profesor Alfonso Pérez Sánchez, Museo Nacional del Prado: Fundación Focus-Abengoa, 2007, pp. 392-398, “Adriaenssen se distinguió por sus naturalezas muertas. En 1652, cuando el éxito comercial de las naturalezas muertas estaba en su cenit, entraron seis tablas suyas en la colección de Felipe IV por mediación del marqués de Leganés, importante coleccionista de pintura flamenca de la corte madrileña. Esta obra y otras tres tablas más que se conservan en el Museo del Prado (P001341, P001342, P001344) forman una serie. Según el testamento de Leganés, habían sido entregadas porque eran muy dignas para que su majestad se sirviese de ellas, lo que mostraría el especial énfasis que puso el noble en este regalo real. Esta donación completaba el amplio grupo de pintura flamenca que este coleccionista había cedido al rey en diferentes ocasiones, especialmente en la década de los treinta, en la cual había entregado varias pinturas para la decoración del Salón Nuevo y del Cuarto de Verano del Alcázar. Las tablas que donó pertenecían a un artista casi inédito en España. De hecho, la única referencia anterior respecto a obra de este pintor en España serían las dos tablas “de pescado y aves originales de Alejandro”, que procedentes de los Países Bajos llegaron en 1641 para el duque de Aarschot, muerto en 1640. La primera referencia a estas seis tablas en la colección real se encuentra en el inventario de 1666, realizado un año después de la muerte de Felipe IV, cuando colgaban en el despacho del rey en el Alcázar. La importancia que se le concedía a estas pinturas viene determinada por su colocación junto a otras grandes pinturas; la obra de Adriaenssen estaba mezclada con otras de diferente temática, pero de alta calidad y de artistas muy estimados en la colección de Felipe IV. Fue Yves Bottineau quien, al estudiar el inventario del Alcázar de 1686, relacionó los seis cuadros flamencos que permanecían colgados en el despacho del monarca con la serie de cuatro obras de Adriaenssen que se conservan hoy en el Museo del Prado, habiéndose perdido dos de ellos. La identificación no ha sido cuestionada por ningún autor posterior. En tal localización de nuevo aparecen citados en 1700 a la muerte de Carlos II, tasados en el mismo precio de 240 doblones. Tras el incendio de 1734, cuando se enumeran todas las obras supervivientes y se establece su estado de conservación, estos seis bodegones se citan con los números 95 a 98, atribuidos por primera vez a Adriaenssen, aunque dos de ellos se consideran obra de un desconocido Antonio Fran. Antes de 1746, los seis bodegones fueron enviados al palacio del Buen Retiro, que se estaba adaptando para ser sede de la corte. Sin embargo, hacia 1772 cuatro de ellos habían dejado este palacio para engalanar la antecámara de la Infanta del Palacio Real Nuevo, donde se inventarían con los números 96 al 99, de nuevo atribuidos a Adriaenssen. En 1793 parece que de nuevo toda la serie colgaba en el nuevo Palacio Real. Antonio Ponz mencionó cuatro de ellos, atribuidos a Adriaenssen, en la primera cámara del Cuarto de la Reina, afirmando que otros dos más pequeños se localizan en piezas cercanas, lo que implica que el tamaño de la serie no era ya regular. En el inventario a la muerte de Carlos III, en el mismo palacio solo se citan los números del 96 al 99. A partir de entonces no hay menciones de la serie en los inventarios palatinos, hasta que en 1834, cuatro de ellos forman ya parte de los fondos del nuevo Museo del Prado. Sus descripciones, de nuevo, confirman que dos eran los que anteriormente habían sido atribuidos a Antonio Fran, pero ya correctamente adjudicados a Adriaenssen. De los dos que no pasaran al museo no hay más datos, pudiendo uno de ellos ser el que en 1975 fue publicado como propiedad de loa empresa Propac. Aunque las seis tablas son una donación testamentaria, son recogidas en el inventario post mórtem como en la tasación de los bienes del marqués en 1655, tal y como ya anotó López Navío al transcribir la documentación de su testamentaria. Los bodegones habían sido comprados por Leganés a Juan Bimber, traslación oral del nombre de Jan Wymberg, miembro de la Guardia de Archeros y ebanista de Felipe IV y Carlos II. Esta adquisición tuvo que ser realizada entre 1642 y 1652”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes