Ben Nicholson fue un importante pintor y escultor. Le podemos considerar una absoluta referencia del decaído arte inglés de principios del siglo XX de los movimientos europeos de vanguardia. De casta le viene al galgo. Su padre, sir William Nicholson, fue un famoso retratista, cartelista y escenógrafo. Su obra, como la de tantos otros grandes autores, no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en Bodegón con jarra, fechada en 1928.
Ben Nicholson estudió en la Escuela Gresham. Más tarde estudió pintura en Inglaterra, Francia e Italia. Realizó su primera exposición individual en Londres en el año 1922. El artista británico se inició como pintor en el arte naturalista, pero pronto fue evolucionando hacia una abstraccción deudora de Braque y Picasso y del estudio de los volúmenes de Cézanne, autores de los que ya hemos hablado en nuestra sección de “El vino en el Arte”.
“La clase de pintura que yo encuentro emocionante no tiene por qué ser necesariamente figurativa o no figurativa, sino que es, al mismo tiempo, musical y arquitectónica. En ella la construcción arquitectónica se usa para expresar una relación musical entre forma, matiz y color; y el que esta relación visual, musical, sea más o menos abstracta, para mí carece de importancia”; estimaba Ben Nicholson. Influido en los años veinte y treinta por el cubismo sintético y el primitivismo, Ben Nicholson exploró las cualidades materiales de la pintura y la bidimensionalidad, en sus paisajes y bodegones, como podemos ver en Bodegón con jarra; Posteriormente evolucionó hacia un estilo geométrico abstracto, de aun mayor austeridad cromática. Sí, era posible.
Fue toda una personalidad de la época. Ante la disyuntiva de si era posible separar color y forma, lo tuvo claro. Para Nicholson “en una pintura debería ser imposible separar la forma del color o el color de la forma, de la misma manera que es imposible separar la madera del color-madera o el color-piedra de la piedra misma”. Según él, “el color existe no como pintura aplicada, sino como alma íntima de una idea y esta idea no puede tocarse físicamente, al igual que no se puede tocar el azul de un cielo de verano”. Fue toda una referencia. Su lirismo de los paisajes y las naturalezas muertas está siempre acompañado de un poderoso sentido de la estructura, que se acaba reflejando en estado puro en sus relieves de los años 20 y 30.
Su obra evolucionó. Cambió drásticamente. Desde el impresionismo y a través del cubismo alcanzó una fase en la que, influido por el pintor neoplasticista Piet Mondrian, llevó a cabo una serie de bajorrelieves de formas geométricas elementales pintados de blanco o en tonos grises. Trabajó también, dentro de su peculiar estilo, con cuadros de delicado colorido y total abstracción. Su legado sigue vigente.
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