Diego Rivera (Guanajuato, México, 8 de diciembre de 1886-Ciudad de México, íd., 24 de noviembre de 1957) fue un destacado muralista mexicano de ideología comunista, famoso por plasmar obras de alto contenido político y social en edificios públicos. La obra de Diego y de su esposa, la pintora Frida Kahlo, se influyeron mutuamente. Fue creador de diversos murales en distintos puntos del ahora llamado Centro Histórico de la Ciudad de México, así como en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo,​ y en otras ciudades mexicanas (Cuernavaca y Acapulco), norteamericanas y sudamericanas (Buenos Aires, San Francisco, Detroit y Nueva York). Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Cuchillo y frutas en frente de una ventana”, fechado en 1917.

Los artistas mexicanos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco conforman la tríada de los máximos representantes del muralismo mexicano, escuela pictórica que floreció a partir de los años veinte del pasado siglo. Las características fundamentales de esta tendencia son la monumentalidad, que apunta a conseguir una mayor gama de posibilidades comunicativas con las masas populares (algunos de los gigantescos murales sobrepasan los cuatrocientos metros cuadrados); la ruptura con la tradición academicista y la asimilación de las corrientes pictóricas de la vanguardia europea (cubismo, expresionismo), con las que los artistas mexicanos tuvieron oportunidad de entrar en contacto directo, y la integración de la ideología revolucionaria en la pintura, que según ellos debía expresar artísticamente los problemas de su tiempo.

No menos importante es el hondo arraigo de su arte en las tradiciones autóctonas de México: la del grandioso pasado artístico prehispánico (donde la pintura mural fue una práctica constante) y la de la estampa popular mexicana (en la que brilla el legado de José Guadalupe Posada). La obra de Diego Rivera (y la del movimiento muralista como arte nacional) alcanzó su madurez artística entre 1923 y 1928, cuando realizó los frescos de la Secretaría de Educación Pública, en Ciudad de México, y los de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. El primero de estos edificios posee dos patios adyacentes (de dos pisos cada uno) que el artista cubrió en su totalidad con sus pinturas murales. El protagonista absoluto de estos frescos es el pueblo mexicano representado en sus trabajos y en sus fiestas. Rivera escribió que su intención era reflejar la vida social de México tal y como él la veía, y por ello dividió la realidad en dos amplias esferas: la del trabajo y la del ocio, y las distribuyó en zonas arquitectónicas separadas.