Die Brücke era una propuesta llena de polémicas, invitando a todos los jóvenes a luchar por una mayor libertad artística frente a los postulados de los artistas anteriores. Uno de los fundadores del grupo expresionista alemán fue Ernst Ludwig Kirchner. Su obra no fue ajena a la bebida, y esto lo podemos apreciar en El bebedor, autorretrato, pintada en 1915.

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Berlín, ciudad cosmopolita en la Alemania de entonces, se presentó a los ojos de Die Brücke como el escenario perfecto donde seguir desarrollando sus aspiraciones. Los rasgos más distintivos de Kirchner son el color antinatural (cálido, subjetivo y fulgurante); las formas más bien planas (con poco interés por los volúmenes y la perspectiva); así como el uso de contornos trazados con líneas gruesas. Los temas son generalmente escabrosos, en sintonía con la forma expresiva de mostrarlos. Kirchner cultiva formas angulosas que pueden estar inspiradas en la descomposición cubista o en el diseño normal de los grabados xilográficos. Le inspira el arte no mediado de los niños, de los pueblos primitivos.

Su producción fue ganando en expresividad hasta lograr desarrollar un estilo completamente personal caracterizado por la simplificación formal, la acentuada bidimensionalidad, los perfiles extremadamente nítidos y los planos puros de color. No es la primera vez que abordamos una obra de Kirchner en esta sección. Tiempo atrás, analizábamos su Cocina alpina, donde encontrábamos una botella de vino italiano, con su forma abombada y forro tradicional de paja, denominada fiasco. En ella apreciamos estridentes colores, perspectivas distorsionadas y trazos angulosos que, indudablemente, delatan la inquietud psíquica del autor. En sus figuras, inclinadas a ser caricaturescas, la vida se ve sometida al anonimato.

Ernst Ludwig Kirchner utilizó un elemento recurrente en la pintura en este cuadro. El solitario bebedor de absenta se convirtió en expresivo sujeto ante el público, desde Manet hasta Picasso y Munch pasando por Cézanne. En este linaje hay que situar a los melancólicos grupos de bebedores en las tabernas que pintaron los artistas de Die Brücke como trágicos representantes del sentido de la vida contemporánea y no tanto como manifestaciones autobiográficas. Personajes grotescos, alargados, delgados y un tanto alucinados, no exentos de crítica, pasean por una ciudad desolada donde el alcohol se ve como mecanismo de escape.

La Berlín de la postguerra retratada por Ernst Ludwig Kirchner, un ex soldado alcohólico, tal como se autorretrató en la imagen, parece ser mucho más estimulante no por retratar aquellos detalles significativos que se producen por sensaciones inmediatas, como la soledad, la destrucción, la ruina económica a la que se vio sometida tras la derrota de la Primera Guerra, sino por la ausencia de los mismos. En sus obras siempre encontramos figuras en fuga, seres marginales, excluidos, que desaparecen. En El bebedor, autorretrato apreciamos un Kirchner extenuado, con la mirada perdida, vestido como una marioneta ante un enorme cáliz de absenta, adornado por la gestualidad de los brazos y una expresión hierática, represenrada por contornos tan esquemáticos como opresivos, reflejo de la más tremenda sordidez y tensión.

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Los cuadros de Kirchner terminaron confiscados por el nazismo. Si te ha gustado su obra, y también te gusta el vino, te recomendamos visitar nuestra tienda online: las mejores bebidas, a los más reducidos e interesantes precios: http://tiendalicoresreyes.es

Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes