Frans Hals fue un pintor neerlandés perteneciente a la escuela barroca holandesa. Es uno de los grandes maestros en el arte del retrato. Despierta gran admiración por la brillantez en la representación de la luz y la libertad en el manejo de los pinceles. Su obra, como la de otros grandes artistas, no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en su genial El alegre bebedor, fechado entre 1627 y 1628.

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El alegre bebedor (en neerlandés, De vrolijke drinker) es uno de los cuadros más conocidos de Frans Hals. Está realizado al óleo sobre lienzo. Se encuentra actualmente en el Rijksmuseum, de Ámsterdam, Países Bajos. Esta obra es un retrato individual típico de la obra de Frans Hals: el personaje central mira de frente y saluda sonriente con su mano derecha mientras que con la izquierda sostiene una copa de vino que tiende al espectador, saliendo del cuadro. La mirada del retratado muestra signos evidentes del efecto del vino, llegando a encontrar unas mejillas ligeramente enrojecidas.

Se trata de un tipo del pueblo, de mediana edad, vestido con amplio chambergo. Hay un medallón con la efigie del príncipe Mauricio a modo de hebilla. No se sabe a ciencia cierta qué persona es la así representada. Frans Hals manifestó durante su vida una tremenda audacia y un gran coraje que empaparon sus propios lienzos. Él tenía la capacidad de plasmar la psicología del personaje. “Una inusual manera de pintar que superaba a la de casi cualquiera” escribió su primer biógrafo, Theodorus Schrevelius, en el siglo XVII, sobre su técnica pictórica.

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Frans Hals se atrevió a ser diferente. Sus pinturas están cargadas de vitalidad, situadas en escenarios típicos, y los personajes parecen estar en movimiento. Sabía cómo captar un momento en el tiempo y darle vida sobre el lienzo. Del conjunto de su obra por su número destacan los retratos, en los que demuestra una sorprendente habilidad en la captación de gestos y detalles.

El alegre bebedor está trabajado en una gama de colores claros, con la única nota oscura del sombrero, transmitiendo vitalidad y optimismo. Las luces son brillantes, trabajadas de tal manera que dan una gran impresión de realismo y frescura. Resulta espontáneo, con una gran fuerza. Los elementos del cuadro están visualmente muy próximos e inmediatos, ejemplificando la tendencia de la pintura holandesa a romper el límite del cuadro hacia delante.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes