Francisco Carretero, denomimado como el primer pintor de Tomelloso, es un interesante político y pintor que desarrolló su actividad principalmente en Ciudad Real. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en “Vendimia en la Mancha”, una de sus últimas obras, fechada en 1957.

Hasta los años veinte, se conservan obras suyas que reflejan un seguimiento de las normas académicas: escenas imbuidas de romanticismo en idílicos paisajes, bodegones construidos como aplicados ejercicios académicos, escenas religiosas… Sin embargo aparecen ya por estas fechas paisajes aún realistas, todavía soporte de escenas, aún llenos de ingenuidad, pero ya anunciando su próxima libertad de ejecución y la particularísima y potente concepción del color. Para entonces, Carretero seguía su propio programa de aprendizaje y formación, visitando museos, asistiendo a tertulias y leyendo asiduamente revistas de arte, cuya información procesaba a su propia manera.

Después de la guerra comienza a perfilarse el artista que unos años después, realizará su obra más genuina: el paisaje en estado puro, interpretado de manera personalísima, a través de un concepto del color libre, arriesgado y original. Sus paisajes de los cincuenta son de gran modernidad. Incorporan los hallazgos plásticos de impresionistas, fauvistas, y gran parte del primer expresionismo. Sin embargo esta incorporación es intuitiva. Una intuición que no se sustenta en el aire, sino que constituye un procedimiento empírico, firmemente apoyado por su gran experiencia en “ver” la naturaleza y en conocerla profundamente.

No hay duda del carácter etnográfico en la obra de Carretero, donde aparecen integrados elementos característicos del paisaje manchego y la forma de vida campesina. El paisaje, y sobre todo el manchego de los años 50, se hace vocación en Carretero que aún incorporando los hallazgos plásticos de impresionistas, fauvistas, y gran parte del primer expresionismo, lo hace de manera intuitiva y como resultado de su comunión con la naturaleza y su especial forma de interpretarla.

En estas últimas obras, como “Vendimia en la Mancha” , se observa la evolución de Carretero. Agilidad y soltura en el uso de la pintura, mayor uso de la mancha y ausencia de veladuras. Todo ello conforma expresividad y luz, que contrasta con el declive de la persona por el inevitable paso del tiempo pero que, manifiesta simbólicamente su manera de agarrarse a la vida a través de su pintura. En esta época realiza las exposiciones fuera del ámbito local y envía sus obras a Bienales Hispanoamericanas de arte. Se relaciona con personajes de la vida cultural del país, estableciendo con ellos una franca amistad, como demuestra la correspondencia que conserva su familia.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes