Godofredo Manso Ortega Muñoz fue un pintor español de paisajes. Su obra se centra en la interpretación realista del paisaje extremeño y castellano. Le interesaba la naturaleza en cuanto tal, y dentro de ella los pequeños detalles. Nos encontramos seguramente ante el gran paisajista de la posguerra. El vino, como para tantos otros grandes autores, no es ajeno a su obra.

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En Viñas Blancas encontramos una lección descarnada de la pintura de Ortega Muñoz. Con completa humildad y un lenguaje tenso, presenta caminos vacios que nos sugieren una angustiosa soledad. La vid se vislumbra de forma dura, seca, casi trágica. Una pintura silenciosa, según algunos, que sin embargo parece gritar y pedir auxilio. Su interés se centra en la tierra dura y seca, en los árboles aislados. Ortega Muñoz, con un estilo muy identificable, es un importante exponente de lo que llamariamos realismo crítico.

De formación autodidacta, viajó entre 1920 y 1925 por Europa, Asia y Egipto. Durante un viaje a París (1925) descubrió la obra de Van Gogh y de Cézanne, y conoció a Picasso. “Al principio pinta figuras y ambientes de pueblos extremeños y luego evoluciona hacia una pintura ingenuista que choca con el academicismo de la época”, declara el historiador Javier Tusell.

Cultivó el paisaje, el bodegón y los tipos de su tierra, con un estilo sobrio en el que predominan los ocres, grises y negros, y que se aleja del academicismo en busca de la espontaneidad y de la emotividad. Todo ello lo podemos apreciar en su obra Viñas Blancas. También en otros cuadros de su colección, como Viñas, de 1969. El origen del vino, presentado de una forma muy personal y elegante. Nada resulta chillón, nada incluso llamativo. Siempre insinua. Hablar de Ortega Muñoz es hablar de una belleza dramática, viril y sombria.

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“Viñas”, 1969

Ortega Muñoz va despojándose de todo lo accesorio para centrarse en la esencia de las cosas. Su pintura pasa a convertirse en un silencioso recorrido por los campos de labor de su tierra natal, dotando de belleza a aquello aparentemente sencillo y austero. Apenas encontramos figuras humanas en sus obras, pero si mucha humanidad: la que desprende el esfuerzo campesino diario de labrar las tierras en jornadas completamente iguales.

“Ortega Muñoz no es un pintor de nuestro tiempo porque haya pretendido serlo, sino porque su alto sentido de selección interna ha modelado de antemano la hechura más medular de su temario, eliminando y podando cuanto estorbase a la presencia de lo absoluto”, describe Gaya Nuño. Ortega Muñoz se enfrenta a los campos de Extremadura y Castilla sin belleza añadida, sin pose, sin confundir lo pictórico y lo pintoresco.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes