El legado artístico de Pablo Picasso se nutre de numerosas obras inspiradas en el apasionante mundo del vino. Como elemento inspirador, el vino también aporta alegría, euforia, o por el contrario, melancolía o resignación. La obra del artista malagueño no fue ajena al vino, y Vasos y frutas es prueba de ello.
“Vasos y frutas forma parte de una serie experimental de diez naturalezas muertas pintadas por Picasso en temple o en óleo sobre unas tablitas de medidas idénticas en el otoño de 1908”, relata Paloma Alarcó. Nos encontramos en un periodo tremendamente trascendente dentro del devenir pictórico de Picasso; sus inicios figurativos de las épocas azul y rosa evolucionaron por influencia de la escultura ibérica presente en el Musée du Louvre y del arte africano del Musée d’Ethnographie du Trocadéro. En 1907, su obra Les Demoiselles d’Avignon (Nueva York, The Museum of Modern Art) abrió el camino a los movimientos de vanguardia
Picasso disfrutaba con la vida y los placeres que esta le ofrecía, entre ellos el vino, presente en muchos de sus cuadros. No es un artista desconocido para nosotros, y tiempo atrás analizamos su obra “Comida frugal”. En ella, se muestra a un hombre y a una mujer en una mesa sentados, junto a una botella de vino y algo de comida. Fernande Olivier consideraba tiempo después que el grabado personificaba «una intensa expresión de pobreza y alcoholismo». Ese cuadro data de 1904, por lo que podemos decir que el vino fue un elemento fundamental en la obra de Picasso durante toda su vida.
A lo largo de diferentes períodos, Picasso fue modificando su mirada y su forma de representar el vino. No obstante, encontramos elementos recurrentes. En Vasos y frutas podemos encontrar similitudes con “La botella de vino”, otra de sus obras fechada en 1922 que ya hemos analizado en esta sección. Se trata de un importante ejemplo de lo que denominamos bodegones de naturaleza muerta, realizado con la técnica del pochoir. Picasso fue otro de los grandes artistas del siglo XX como Joan Miró, o como Juan Gris que le dieron un rol destacado al vino en sus representaciones.
La procedencia de estas diez naturalezas muertas pintadas por Picasso no está clara. Según considera Paloma Alarcó “Christopher Green piensa que deben relacionarse con el espacio claustrofóbico de los paisajes sous bois realizados en la pequeña aldea de La Rues-des-Bois cerca de Creil, donde pasó el verano junto a Fernande Olivier”. Pierre Daix, por su parte, las considera más cezannianas y más protocubistas que las realizadas en esta localidad de la Île-de-France y piensa que fueron hechas a su regreso a París, como consecuencia del reencuentro con Braque a su regreso de L’Estaque.
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