El “Retrato de Matthäus Schwarz” de Christoph Amberger, pintado en 1542, es un ejemplo de una pintura de retrato que muestra la técnica de óleo sobre tabla. Nos encontramos ante una obra de 74 x 61 cm. La pintura de retratos, clasificado segundo género más prestigioso por la francesa Académie de peinture et de sculpture, representa el aspecto visual de un sujeto humano. Los retratistas con frecuencia se esfuerzan por buscar una semejanza exacta, y ahí el reconocimiento del espectador es una asignatura de importancia primordial. Era común que los artistas, para alterar la imagen, acentuaran o minimizaran rasgos físicos, psicológicos o sociales del sujeto.

Este caso tiene, por supuesto, sus notas distintivas. Aquí no encontramos la inocencia del Baco de Caravaggio. Todo resulta menos improvisado y más formal. Tampoco los dilemas internos del “Autorretrato con una botella de vino” de Edvard Munch. No existe miedo, soledad o desesperanza. Tradicionalmente, los retratos pintados han conmemorado a los ricos y poderosos. Con el tiempo, sin embargo, se hizo más común que las personas de clase media pudieran tener sus propios retratos.

schwarz retrato

Rompiendo con la llana y aburrida tendencia general de retratos alemanes, Amberger aquí se basa en una estructura compositiva que normalmente encontraríamos en la pintura holandesa. Un factor importante en su pintura es el influjo que recibe del arte italiano. Él pone al modelo en un espacio interior, con una ventana por la cual podemos ver una fuerte tormenta y un montañoso paisaje pintado en tonos azules suaves, que se hacen borrosos a medida que pasan a un segundo plano. Amberger incluía siempre en sus obras escenas dotadas de un gran movimiento en los fondos que resultan muy interesantes.

Schwarz está sentado y mira al espectador, apoyado en el borde de una mesa. Los diversos objetos a su alrededor se refieren a su profesión. Vestido con ricos y elegantes ropajes propios de su condición, con colores lisos donde sobresalen el blanco y el negro, Schwarz ejercía de contable y llegó a trabajar para la poderosa familia de banqueros Fugger. Su vestimenta nos aporta datos básicos para comprender la moda masculina durante esa etapa del Renacimiento alemán. Matthäus Schwarz fue una persona relevante dentro de su época: autor de varios tratados sobre economía, era considerado un experto dentro de ese ámbito.

Se casó con Barbara Mangold en 1538. Un par de retratos de Schwartz y su esposa en 1542 de Christoph Amberger pueden verse en el Museo Thyssen-Bornemisza y la Colección Kisters, respectivamente. Durante el Renacimiento fue frecuente retratar a los matrimonios en soportes individuales, por lo que esta obra tiene otra pintura complementaria que se corresponde con el retrato de su esposa. Este retrato perteneció, junto con el de su pareja, a la colección del pintor Ferdinand August Hartmann en Dresde.

Barbara Mangold Schwarz

“Este retrato es un buen ejemplo del arte de Amberger, que presentó a sus modelos bajo el velo de una idealización matizada, siguiendo pautas italianas. Este hecho, unido al buen modelado, a la elegancia de los tonos y de sus combinaciones y al entorno, determinó el éxito del pintor en el género”, determina Mar Borobia. Para la conservadora de pintura antigua, “esta ilustración tiene un interés añadido, pues en ella se reproduce, con más detalle, el esquinazo de la sala que sirvió de marco para la pintura de Amberger”.

Christoph Amberger representó a Schwarz con el rostro ligeramente girado a la izquierda, una colocación que se confirma como la tendencia habitual elegida entre los artistas germanos de la época. Este recurso es utilizado por Amberger al pintar a Schwarz, sentado en un escenario en clara consonancia con su clase social y rodeado de objetos propios de su oficio como los libros de cuentas, que aparecen en un escritorio situado a la derecha. Es destacable también que su figura ocupa casi la totalidad de la superficie pictórica. Schwarz, no obstante, eligió un escenario y una pose más en consonancia con las clases acomodadas que con la nobleza.

Ligado a los rituales religiosos y a la vida cotidiana, el vino siempre ha supuesto una importante fuente de inspiración artística. El vino vuelve a ser relevante dentro de la estructura compositiva, ejerciendo de enlace entre el sujeto y el contexto donde se enmarca, haciendo referencia a la importante función de la milenaria bebida como símbolo de estatus de las clases altas. Ya lo dijo la especialista en arte Teresa de la Vega, quien se refirió al vino como “la más culta, sociable, sofisticada y compleja de las bebidas”. Privilegio de los poderosos, diremos. El artista describe con realismo y minuciosamente numerosos detalles como la elegante copa situada en el alféizar de la ventana. Podemos determinar, asimismo, que se trata de un vino rosado. Su tonalidad, cercana al naranja, imposibilita que se trate de un tinto. Lo más descorcertante del cuadro lo encontramos al lado del vino: una hoja donde se anotan, de una manera inusual, detalles del personaje en un calendario y datos astrológicos, que se ven refrendados por el horóscopo que podemos ver en la esquina superior izquierda de la ventana.

schwarz retrato vino

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes