Miguel Parra (Valencia, 1780-Madrid, 1846) fue un interesante artista español especializado en naturalezas muertas y retratos, pintor de cámara de Fernando VII e Isabel II. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en Plato de dulces, creación fechada hacia 1845.

Parra se formó en pintura en las clases de Bellas Artes de la Academia de San Carlos, obteniendo recompensas desde muy pronto, en 1795 y 1798. Discípulo de Espinós en la Escuela de Flores, realizó también composiciones y retratos bajo la influencia de Vicente López, que fue su cuñado.

Más que en los retratos, entre ellos el de Francisco Javier Elío (Museo del Prado), o en la pintura historiada, géneros en los que se advierte la sumisión del pintor a los modos academicistas, es en las flores y en los bodegones donde la pintura de Parra adquiere mayor interés por la ambición de algunas de sus composiciones o por el modo personal de reinterpretarlas. Trata con una cierta acumulación barroca en la composición, pero con refinadísima calidad y frescura de color en el toque. Esto se puede apreciar en el Plato de dulces del Museo del Prado, en el que con una composición rigurosamente simétrica, que recuerda los tradicionales bodegones de Juan van der Hamen o, en Valencia, de Tomás Yepes, utilizando una pincelada muy suelta, buscando una impresión general antes que la minuciosa reproducción de las texturas.

Según detalla el texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 146, “se observa una especial captación de las formas y de las texturas, mediante una pincelada suelta que, no obstante reproducir cada uno de los protagonistas de la pieza e individualizarlos, denota que el pintor busca conseguir un efecto general más que uno particular, a modo de suma de elementos diversos. No cabe la menor duda de que tanto el plato de cerámica -tal vez de la manufactura de Alcora- como la botella de cristal con el probable vino dulce en su interior y la copa han recibido su correspondiente tratamiento a fin de resaltar sus calidades; análogamente los dulces están bien logrados, así como los envoltorios, pero el artista parece haber atendido más a la transcripción de los brillos al incidir sobre las superficies tan variadas -y azucaradas- de las frutas confitadas o los dulces propiamente dichos”.

En este mismo documento se estima que “el conjunto, reproducido con un punto de vista muy alto, resalta sobre una mesa rústica de la que se aprecian tres lados, mientras el fondo neutro parece retroceder. Todo el agrupamiento de motivos refleja un característico ofrecimiento de agasajo, al combinar la bebida y los sólidos, que puede ir desde el denominador común del postre, al final de una comida, hasta la merienda e incluso el convite repentino que obliga a reunir este tipo de golosinas a fin de ser consumidas en una reunión, tal vez inesperada, por causa de un recibimiento en una casa en aras de mantener las buenas costumbres de corrección en el trato humano”.

Murió en Madrid, adonde se había trasladado acompañado de su hijo José Felipe, también pintor bodegonista estimable, que iba a presentar un lienzo a la reina gobernadora. Si te ha gustado su obra, y también te gusta el vino, visita hoy mismo la tienda online de Licores Reyes para conocer las mejores propuestas en caldos: http://tiendalicoresreyes.es

Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes