De Philips Wouwerman se cree que inició su formación en el taller de su padre, el pintor de historia Paulus Joostenz Wouwerman, de quien hasta la fecha no ha sido identificada obra alguna. Los cuadros de Wouwerman, de gran éxito en su época, ganaron mayor estimación en el siglo XVIII, especialmente en las cortes de Luis XVI de Francia y Carlos IV de España. Existen ejemplos de este artista en casi todos los museos europeos de origen real o aristocrático. En España, tanto el Museo del Prado como el Museo Thyssen-Bornemisza poseen cuadros de Wouwerman. Su obra no ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Parada en la venta”, fechada entre 1655 y 1658.

Según Cornelis de Bie, se formó en el taller de Frans Hals, pero lo cierto es que su pintura no revela ninguna proximidad con la obra de éste. De acuerdo con lo transmitido por su alumno Matthias Scheits (ca. 1625/30-1700), en 1638 ó 1639 trabajó en Hamburgo en el taller de Evert Decker (+ 1647), pintor de historia. En cualquier caso, en 1640 estaba de nuevo en Haarlem, puesto que el 4 de septiembre ingresó en el gremio de San Lucas, del que en 1646 fue nombrado ‘vinder’ (agente). Wouwerman fue un pintor extremadamente productivo y parece ser que llegó a reunir una considerable fortuna. Su primera obra fechada es de 1639, ‘Campamento con soldados jugando a las cartas’ (colección particular). Su producción se extiende hasta 1668 y a los largo de ella se puede seguir su evolución artística desde las primeras escenas de género, enfrentamientos de tropas y acampadas militares, cacerías, fiestas populares e interiores de establos, que se inscriben en la tradición pictórica de la escuela de Haarlem y está claramente influidas por Pieter van Laer ‘il Bamboccio’ (1599-después de 1642), hasta los elegantes paisajes con figuras en los que se especializó a partir de la década de 1650, ejecutados en su refinado estilo personal. Sin embargo, es difícil establecer una cronología exacta debido a que tan sólo veinticinco de los seiscientos cuadros que hoy se le atribuyen, están firmados y fechados.

Se pueden distinguir tres periodos en la carrera de Wouwerman, por variaciones en su estilo. Sus primeras obras delatan influencia de Pieter van Laer, «Bamboccio», por su colorido terroso y un dibujo anguloso. Las de su época intermedia son muy depuradas y brillantes de color, con una gama más plateada, y sus últimas obras resultan más bien recargadas de figuras y un tanto apagadas de color, aunque mantienen cierto vigor. Las obras seguras de Philips Wouwerman, de gran vitalidad y cuidado acabado, son muy variadas aunque pertenezcan a unos pocos temas, mayormente ecuestres: cacerías, batallas, campamentos militares, paisajes con viajeros, entre otras.

Con él se formaron sus hermanos, los paisajistas Pieter (1623-1682) y Jan (1629-1666) Wouwerman. En el siglo XVIII se convirtió en el pintor holandés más apreciado en los círculos reales y de la nobleza, que competían en coleccionar sobre todo sus cacerías escenificadas en paisajes italianizantes. Wouwerman se enmarca en la extensa nómina de pintores holandeses y flamencos del siglo XVII («maestros menores») que produjeron de forma masiva para el mercado abierto, generalmente formatos reducidos y sin complejidades temáticas. Al contrario que Rembrandt, Frans Hals y Rubens, que solían trabajar por encargo, los «maestros menores» como Wouwerman vendían sus obras en mercados y mediante intermediarios, por lo que se especializaban en un género hasta ganarse un renombre y una demanda de la clientela, generalmente burguesa.

En el cuadro que nos ocupa, según texto extractado de Posada Kubissa, T.: Pintura holandesa en el Museo Nacional del Prado. Catálogo razonado, 2009, pp. 171-172, “en el primer plano, un grupo de cazadores se dispone a partir de la venta donde han parado para refrescarse. El espacio pictórico está cerrado a la izquierda por parte del edificio de la venta y un árbol, mientras que por la derecha se abre en una amplia vista panorámica que ocupa la totalidad del fondo. La composición está estructurada en planos paralelos, desde el primer plano oscuro hasta los sutiles azules y rosas de la lejanía. La disposición de las figuras responde a una cuidada composición orientada a conducir la mirada del espectador desde la mujer junto a la venta, que repara la rueda de un carro, hasta el caballo bebiendo agua del río, y de él hacia el paisaje del fondo, que está animado por multitud de personas, animales y edificaciones. El color, aplicado con una pincelada lisa y uniforme sobre una preparación rojiza, es luminoso y transparente. El formato horizontal, las elegantes figuras y la sutil gradación de azules y rosas del fondo son elementos que permiten fechar esta escena hacia 1655-58, en la etapa madura del pintor. Fue uno de los cuadros elegidos por Madrazo para ser reproducido en la Colección litográfica de los cuadros del rey de España el señor don Fernando VII (1826-37)”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes