Jheronimus van Aken, llamado familiarmente Joen y conocido como Jheronimus Bosch o Hieronymus Bosch, en España el Bosco, fue un pintor nacido al norte del Ducado de Brabante, en los actuales Países Bajos, autor de una obra excepcional tanto por la extraordinaria inventiva de sus figuraciones y los asuntos tratados como por su técnica, al que Erwin Panofsky calificó como artista «lejano e inaccesible» dentro de la tradición de la pintura flamenca a la que pertenece. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en “Meditaciones de San Juan Bautista”, sin fecha clara entre 1485 y 1510.

Las lagunas en la documentación hacen que no se pueda atribuir al Bosco ninguna obra con absoluta certeza. Se ha alcanzado, no obstante, cierto consenso en atribuirle entre veinticinco y treinta pinturas, tomando como punto de partida lo que las fuentes escritas le atribuyen de forma coincidente: la creación de un mundo de seres fantásticos y escenas infernales. Pero el temprano éxito de esas escenas, convertidas en género por copistas e imitadores, junto a la ausencia de datos relativos al funcionamiento del taller, hace que resulte difícil distinguir las obras autógrafas de lo que son réplicas del taller o copias, quizá, de originales perdidos.

«Muy admirado y maravilloso creador de imágenes extrañas y cómicas y de escenas singularmente descabelladas», según escribió en 1567 el viajero italiano Ludovico Guicciardini en su Descritione di tutti i Paesi Bassi, altrimenti detti Germania inferiore, el Bosco puso su vena satírica al servicio de un discurso moral asentado en la doctrina tradicional de la Iglesia católica, con frecuentes alusiones al pecado, la transitoriedad de la vida y la locura del hombre que no sigue el ejemplo de los santos en su «imitación de Cristo», tal como enseñaban los Hermanos de la Vida Común, muy influyentes en el entorno del Bosco, sin que ello implique una traslación a imágenes de los textos de Geert Grote o Tomás de Kempis.

La escena “Meditaciones de San Juan Bautista” representa a San Juan Bautista meditando en soledad en plena naturaleza. En el exuberante paisaje el pintor introduce extrañas formaciones geológicas y raras especies animales y vegetales nacidas de su imaginación. La inquietante planta que crece junto al santo oculta la figura de un personaje orante, sin duda el comitente de la obra.

Según encontramos recogido en la ficha técnica del museo Lazaro Galdiano, se explica que “Fraenger piensa que el Bosco se inspiró para esta pintura en las “Visiones de Isaías” (…). El arbusto espinoso, ondulante y de formas inquietantes, parece tener vida e impulsos propios, y Devoghelaere lo identifica con el Árbol de Jesé (AV. 1936); el fruto grande y redondo lo describe Camón Aznar como la flor de la adormidera y Baldas como una visión lúdica y simbólica de la mandrágora, estimado filtro de amor en la Antigüedad, en el Medioevo y en la “Biblia” y que interpretó en este caso como fruto demoniaco (“Génesis”, 30, 14-21 y “Cantar de los Cantares”, 7, 14). (…) La planta de hojas lobuladas y frutos amarillos pálidos de las “Meditaciones de San Juan” que, al margen de otras explicaciones ya mencionadas, Tolnay justificó como signo de las tentaciones carnales, reproduce un “citrullus colicynthis”, es decir, una manzana amrga o calabaza de origen norteafricano y una variante del melón de agua. De las dos especies reproducidas en el “Herbal” de Dodoens, la elegida por El Bosco forma parte de la flora, de fines medicinales, de España e Italia. (…) El pájaro de formas extrañas que picotea las semillas del interior se ha relacionado con la atracción del hombre por los placeres, y se repite en el “San Jerónimo” del Museo de Gante. (…) Aunque el conocimiento de la amargura de este fruto se remonta a la “Biblia Vulgata” (Reyes, 4, 34-38). Probablemente, El Bosco debió de conocer ilustraciones de plantas o el manuscrito de Discórides, aunque hasta 1555 no fue tema de divulgación. San Juan señala con el índice el “Agnus Dei”, en un gesto recordatorio de su vida pública junto a Jesús (…), pero Baldass piensa en un sueño del santo; la visión imaginaria del placer de los sentidos que le impiden concentrarse en la meditación y en su misión de precursor del Salvador. La planta en este caso anuncia el amargo destino del Cordero y de san Juan (Juan 1, 29). Fraenger se suma a esta línea interpretativa cuando observa que el manto rojo del martirio sustituye el habitual peludo y, en opinión de Grazini, los cardos envolventes y las espinas sugieren la coronación y la amarga bebida de hiel y vinagre que ofrecen a Cristo en la cruz. (…) El resto de los símbolos efigian un entorno maléfico y recrean las fuerzas diabólicas que someten al hombre. La salamandra, el cuervo y el oso, signo de pereza (…) conforman el léxico boschiano y su rosario de conceptos esotéricos. Fraenger interpreta las extrañas arquitecturas del fondo a la izquierda, como la prisión del Santo y Bax los elementos paisajísticos, como el mal imperante en el mundo. Cronológicamente esta tabla hay que situarla entre sus últimas obras (1485-1510), cercana en fecha al retablo de los ermitaños de Venecia y San Cristóbal de Rotterdam. La tabla está cortada unos centímetros en la parte superior e inferior y parece ser que formó parte de un tríptico al que también perteneció el San Juan en Patmos de Berlín”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes