Pintor y dibujante italiano, Guercino fue uno de los artistas italianos más aclamados en la primera mitad del siglo XVII. Había nacido en la localidad de Cento, de la provincia de Ferrara, que siete años después fue anexionada a los Estados Pontificios. Un artista del lugar le instruyó en los rudimentos de la pintura, pero parece haber sido fundamentalmente autodidacta. Las principales influencias que formaron su estilo fueron las de los boloñeses Ludovico Carracci y su primo Annibale Carracci y el ferrarés Ippolito Scarsella. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Lot y sus hijas”, fechada en 1617
Huido junto a su familia de la destrucción de Sodoma, ciudad castigada por Dios a causa de los vicios de sus habitantes, Lot, “el único justo” que encontraron en ella los tres mensajeros divinos, pierde a su mujer, convertida en estatua de sal por detenerse a mirar atrás, y se refugia con sus dos hijas en una cueva. Con la intención de perpetuar la estirpe, las jóvenes embriagan a su padre y mantienen relaciones carnales con él. El episodio bíblico fue muy apreciado en el barroco no solo como ejemplo del modo en que se cumplen los inescrutables designios de Dios para la salvación de su pueblo, sino también por el tono novelesco y la posibilidad que ofrecía a los pintores de representar una escabrosa escena de seducción.
Guercino capta perfectamente en su pintura la sensación de peligrosa intimidad que se establece entre el anciano Lot, tan borracho que tiene que sujetarse con el brazo izquierdo en su tosco asiento, y las dos hijas que lo rodean: una, de pie detrás del asiento, toma un ánfora para servir más vino a su padre, y la otra, sentada a los pies de este, le sujeta la copa con la mano derecha mientras con la izquierda le acaricia la pierna con estudiada lentitud, acercándose insidiosamente a su regazo. La representación, insólitamente explícita, se plasma en un bloque compacto en el que los gestos de cada uno de los personajes se corresponden, mostrando así simultáneamente los diferentes momentos del relato. No es la primera vez que abordamos este episodio en esta sección, y quizá recuerdes la interpretación de la obra de Orazio Gentileschi, siendo casi coetánea de esta (1621).
Sobre los tiempos y modos de ejecución de esta extraordinaria pintura nos informa muy bien Carlo Cesare Malvasia, según el cual fue pintado por Guercino y sus ayudantes para el arzobispo cardenal Alessandro Ludovisi (1554-1623), en Bolonia en 1617. Concretamente, en su Felsina pittrice(1678) el historiógrafo boloñés habla de ciertas comisiones del año 1718 y, en lo referente al tema de los cuadros, escribe que Guercino fue llamado por el Eminentísimo Sr. cardenal Ludovisio […] y para él hizo diversos cuadros, que fueron: Un milagro de San Pedro que resucita a una joven […]. Una Susana […]. Un hijo pródigo, que fueron obras mejores de lo que esperaba el mencionado Sr. Cardenal.
La estancia en Roma le llevó a modificar gradualmente su estilo hacia un lenguaje mucho más idealizado y clásico, con composiciones más sosegadas y estructuradas, contornos más elegantes, una paleta en general más clara y rica en tonos pastel y un tratamiento menos contrastado del claroscuro. Aunque, en general, son sus primeras obras las que resultan más atractivas para el espectador moderno, en revaluaciones recientes de su estilo maduro se ha vuelto a hacer hincapié en su gran sutileza y refinamiento y su énfasis en la expresión clara del conflicto y la emoción, cualidades que fueron muy apreciadas por sus contemporáneos. Guercino fue uno de los mejores y más fecundos dibujantes del siglo XVII. Su estilo experimentó una transformación menos radical en el dibujo que en la pintura, y hasta sus dibujos tardíos están impregnados de una energía caligráfica y una frescura de trazo que no tienen rival en sus contemporáneos italianos. Sus pinturas están bien documentadas, especialmente las maduras y tardías, gracias al libro de cuentas que llevó a partir de 1629, a la pormenorizada biografía de Carlo Cesare Malvasia en Felsina pittrice (1678) y a la abundante correspondencia del propio artista que ha llegado hasta nosotros.
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