Fray Juan Andrés Ricci de Guevara, conocido como fray Juan Rizi fue un monje benedictino, pintor, arquitecto y tratadista barroco español. Formado en las primeras décadas del siglo XVII, su estilo es el propio del tenebrismo naturalista. Su pintura, que evolucionará poco con el paso del tiempo, se distingue por la intensidad de sus claroscuros, trabajados con pincelada ligera, y por la gama de colores oscuros con predominio de los pardos y del negro —color del hábito benedictino— solo ocasionalmente realzados por los rojos, mal conservados estos debido, según Antonio Ponz, a su costumbre de dejar los cuadros «de primera mano». Como pintor erudito y con formación teológica, Rizi se mantuvo siempre atento a los mensajes teológicos y conceptuales de los contenidos de su pintura, lo que le llevaría a inventar o adoptar fórmulas iconográficas nuevas o poco usadas, en especial tratando de destacar el papel de María como mediadora. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “La cena de San Benito”, sin datación clara dentro del siglo XVII.

Cuadro de Rizi

Según texto extractado de Alvarez Lopera, J.: El Museo de la Trinidad, Museo del Prado, 2009, “La cena de San Benito” es un “cuadro de la serie con escenas de la vida de san Benito que adornaban el claustro del monasterio de San Martín. Se ha supuesto que el tema del lienzo represente uno de los intentos de envenenamiento al Santo fundador. Felipe de Castro (ca. 1750/1764) se limitó a señalar que “las pinturas del claustro son de mano de Fray Juan Ricci” y Ponz (V, 1776, 5.a división, párrafo 15) que “las [pinturas] de la Vida del mismo Santo en el claustro son de Fr. Juan Rizi, Religioso de la Orden; y de su misma mano son también los retratos que hay encima de ellas”. También Ceán (1800, IV, p. 213) se refirió únicamente a “los lienzos del claustro de la vida de S. Benito y los retratos que están encima”, aunque citando al Padre Sarmiento, dio uno de los asuntos al escribir que en estos lienzos “no hay cabeza alguna que no sea retrato de algún monge, o lego, o criado de la casa, y que el del P. Rizi era un monge de barba negra que asiste al tránsito de S. Benito” El inventario general de los cuadros de la Trinidad existentes en el depósito y escogidos por la Comisión de la Academia permite confirmar la pertenencia a la serie del claustro de san Martín de “San Benito y los ídolos” y “La cena de San Benito”, y descubre la existencia de otros dos lienzos que, a juzgar por sus medidas y proporciones, debieron formar parte de ella: un “San Benito Abad” de 6 1/2 x 7 3/4 pies y un “San Benito conjurando los vicios” de 7 1/4 x 7 1/4 pies (203 x 203 cm aprox.). A estos hay que añadir, con seguridad, las dos historias conservadas en la iglesia de San Martín (“San Benito y Galla”, 191 x 214 cm, y “San Benito y el milagro de la hoz”, 190 x 215 cm), de medidas prácticamente idénticas a las de los otros y que debieron ser devueltas a la iglesia en fecha desconocida; y el lienzo con “San Benito bendiciendo a san Mauro” que ingresó en el Prado en 1965. La pertenencia a la serie del otro lienzo registrado en el inventario general de los cuadros de la Trinidad existentes en el depósito y escogidos por la Comisión de la Academia (San Benito escribiendo, 7 1/2 x 4 pies) no es ya tan evidente. La altura está próxima a la de los demás, pero no así la anchura. Significativamente, el único cuadro de la serie que se colgó en el Museo al ser éste inaugurado, fue “San Benito y los ídolos”, expuesto en el Salón de la Galería Baja. Ello facilitaría la posterior desaparición de los demás a excepción de “La cena de san Benito”. Por sus medidas y proporciones, debe excluirse de la serie “La última misa de san Benito” de la Academia de San Fernando (281 x 212 cm), que si procede efectivamente de San Martín, debía de ser uno de los otros cuadros de Rizi que según Ponz estaban “en parages publicos y particulares de esta Casa”.

Aunque el grueso de su producción está constituido por pinturas monásticas y series de asunto religioso, principalmente relacionadas con santos de la orden benedictina, fue también un estimable retratista, apreciándose en este orden la influencia de Velázquez, como se pone de manifiesto en el atribuido retrato de Don Tiburcio de Redín y Cruzat del Museo del Prado o en el de Fray Alonso de San Vítores del Museo de Burgos, compuesto con una exquisita gama de colores tostados y cálidos. Autor de escritos sobre materias teológicas y artísticas, Rizi cultivó también la arquitectura, teorizando sobre el orden salomónico entero o completo, y es posible que practicase la escultura, al menos ocasionalmente, a juzgar por una noticia documental relativa a la terminación de un Santo Cristo de talla para el hospital de San Juan de Burgos.

Cuadro de Rizi (primer plano)

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes