Maria Katarina Wiik (3 de agosto de 1853 – 19 de junio de 1928) fue una pintora finlandesa. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Hummeriasetelma”, fechado en 1885.

Maria Wiik fue una de las figuras claves del círculo de artistas escandinavas en París a finales de la década de 1870 y en los años de 1880. Adoptó el enfoque del paisajismo realista francés, prefiriendo la pequeña escala, y pintó interiores, bodegones, paisajes y retratos. En un principio fue conocida por sus pìnturas del mundo infantil, y, después, se propuso captar ambientes, cultivando también el simbolismo. Sus temas fueron casi siempre de carácter universal, pintando el mundo de una mujer, aunque no en un país especifico. No obstante, fue una de las pintoras más extrovertidas, miembro de comités de expertos y retratista respetada.

La familia de Maria Viik, de la clase media superior, la estimuló para hacerse artista, dándole la mejor educación posible para una muchacha de aquella época. Comenzó estudiando arte con tutores privados en Finlandia, asistiendo a la escuela de la Sociedad Finlandesa de Arte en 1874-1875. En París, eligió la Académie Julian, donde su maestro fue Tony Robert-Fleury en 1875-1876 y de 1877 a 1880. Sus primeros cuadros aceptados para el Salón de París en 1880 fueron retratos. Al año siguiente, pintó uno de los más sutiles, el de su hermana Hilda (Ateneum, Helsinki). Esos cuadros pequeños muestran la influencia de Holbein, con su técnica exacta y minuciosamente detallada. Maria Viik desarrolló sus dotes constantemente, e, incluso cuando estuvo trabajando en el estudio de Bouvet, en la primavera de 1889, se alegró mucho de recibir consejos de Puvis de Chavannes.

Wiik pintó con Helene Schjerfbeck en Bretaña en 1883-1884, y, de nuevo, en St.Ives, Inglaterra, en 1889, creando en ambos lugares algunas de sus mejoras obras. Se encontraba en plena forma pintando motivos íntimos y cotidianos. Salida al mundo (1889) es, indudablemente, su obra maestra, y ganó una medalla de bronce en la Exposición Universal de París, en 1900. En una fase posterior de su carrera, dedicó prácticamente todo su tiempo al retrato. Sus últimos años se vieron ensombrecidos por la ceguera en ciernes.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes