Alessandro Magnasco también conocido como il Lissandrino (4 de febrero de 1667-1749), fue un pintor rococó italiano del Norte de Italia, conocido sobre todo por sus escenas de género o paisajes estilizadas, fantásticas, a menudo fantasmagóricas. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “El estudio del pintor”, datado sobre 1720.

Nació en Génova, hijo de un artista menor, Stefano Magnasco, aprendió con Valerio Castello, y finalmente con Filippo Abbiati (1640-1715) en Milán. Excepto por el periodo 1703-9 (o 1709-11) cuando estaba trabajando en Florencia para el Gran Duque Cosme III, Magnasco permaneció en Milán hasta 1735, cuando regresó a su Génova nativa. Rudolf Wittkower le considera “solitario, tenso, extraño, místico, extático, grotesco, y sin relación con el curso triunfal de la escuela veneciana” desde 1710 en adelante.1 Sin embargo, Magnasco encontró mecenas entre sus contemporáneos por su obra entre las familias destacadas de su época, incluyendo a los Arese y los Casnedi de Milán.
Después de 1710, Magnasco destacó produciendo pequeños lienzos hipocrómicos, con paisajes y ruinas extraños y sombríos, o interiores repletos de gente con personajes pequeños, a menudo alargados como si fueran personajes de tiras cómicas. Las personas de las pinturas de Magnasco eran a menufo pordioseros licuados vestidos con harapos, pintados a brochazos nerviosos. Algunas de las pinturas se completaron con la ayuda de Clemente Sprera y Antonio Francesco Peruzzini. A menudo tratan temas inusuales tales como servicios en una sinagoga, reuniones de cuáqueros, o de ladrones, catástrofes, e interrogatorios inquisitoriales. Sus sentimientos en relación con estos temas no quedan muy claros.
Luigi Lanzi le describe como el Cerquozzi de su escuela; y le coloca así en el círculo de los bambochantes. Indica que Magnasco tenía figuras poco más que un largo arco pintaba con humor y placer, pero no si esta era la intención del pintor. Indica que estas piezas excéntricas eran favorecidas por el Gran Duque Giovanni Gastone Médicis. Magnasco a menudo colaboró colocando figuras en los paisajes de Carlo Antonio Tavella y las ruinas de Clemente Spera en Milán. Magnasco era más estimado por los extranjeros que por los genoveses. “Su toque grueso, aunque unido a una concepción noble y un correcto dibujo, no era atractivo en Génova, puesto que está lejos del acabado y la unión de tintas que estos maestros seguían.”
Magnasco, también llamado el Lissandrino debido su corta estatura, conoce la pintura veneciana a través de Filippo Abbiati, quien le introduce en el retrato, género que ocupará su actividad juvenil. Trabaja en Milán durante la presencia española en la ciudad, recibiendo la impronta de nuestra cultura que se refleja en su lienzo Don Quijote del Detroit Institute of Art. En la obra que nos ocupa, “El estudio del pintor”, con sus características figuras estilizadas y trazo agitado, Magnasco representa en el centro de la estancia, iluminada a través de una ventana, a un pintor que trabaja sobre un caballete, mientras que otras figuras, un músico, dos niños y una mujer con su bebé, observan su obra. Este mismo asunto y esquema se repite en otra versión, de mayor tamaño y con más figuras, del Museo Giannettino de Génova, así como en las conservadas en las galerías Narodni de Praga y Siebermann de Nueva York. De todas estas versiones, la de la Academia destaca por la expresividad y libertad en el uso del pincel que muestra el pintor.