Apodado il Grechetto, discípulo de Giovanni Battista Paggi y Sinibaldo Scorza, Castiglione recibió asimismo la influencia del flamenco Van Dyck, en Génova de 1621 a 1627. En 1631 marchó a Roma y entró en contacto con el círculo artístico en torno a Poussin y Claudio Lorena. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en “Diógenes buscando a un hombre”, fechada entre 1645 y 1655.

En 1635 Castiglione viaja a Nápoles y conoce la obra de Salvator Rosa, cuyo paisajismo influyó notablemente en sus propias composiciones. Pintor y grabador, el artista se especializa en temas bíblicos o mitológicos, tratados como pastorales, en los que aparece su interés por el tratamiento realista de animales y objetos. Como grabador es notable su interés por las obras de Rembrandt, que imitó y copió. A partir de 1645, Castiglione dedicó creciente atención al grabado, medio en el que produciría unas 70 imágenes. Copió algunas de sus pinturas en grabados de monotipo, género del que fue pionero, y al retornar a Roma en 1647 se llevó consigo muchas planchas, que serían dadas a conocer en los siguientes años.

Fue seguramente la mayor figura de la pintura genovesa del siglo XVII y uno de los introductores del estilo de Rembrandt en el grabado italiano. Según texto extractado de González, R. en: Italian Masterpieces. From Spain`s Royal Court, Museo del Prado, 2014, p. 172, encontramos que “Castiglione, artista inquieto y personal, además de un extraordinario dibujante, viajó mucho por Italia (además de en Génova, su ciudad natal, trabajó en Roma, Mantua, Venecia y tal vez en Parma, Florencia, Bolonia y Módena) y supo absorber y hacer suyos tendencias y lenguajes muy diversos, desde el vigoroso naturalismo que practicaban algunos pintores asentados en Génova como Sinibaldo Scorza (1589-1631) o el flamenco Jan Roos (1591-1638), hasta la gran tradición clasicista de Poussin o el ímpetu barroco de Rubens o Van Dyck. De Roos, en concreto, tomaría su afición a combinar figuras, animales y naturalezas muertas, algo que Castiglione hizo en grandes composiciones pastorales, bíblicas o mitológicas, y a lo que añadiría un elemento más, los vestigios de la Antigüedad clásica que sin duda estudió en Roma, de todo lo cual es excelente ejemplo la obra del Prado. La escena representa un pasaje de las Vidas de filósofos de la Antigüedad de Diógenes Laercio (s. III d. C.) que cuenta cómo Diógenes de Sínope (s. V-IV a. C.) recorría en pleno día las calles de Atenas con una lámpara encendida clamando que iba en busca de un hombre. Este episodio casi legendario del filósofo cínico, que apenas ocupa una frase en las Vidas de su tocayo, es el que el pintor genovés parece representar en esta enigmática escena a la que se añaden otros elementos más propios de una bacanal, como el sátiro, el ídolo pagano, el hombre que tiende su mano hacia la cabra, los animales o los objetos que yacen esparcidos por el suelo (aves muertas, conchas, huesos, vasijas) y que hacen pensar en los despojos de una civilización en decadencia y corrompida por el vicio. Se han propuesto diversas interpretaciones para este cuadro (Sandring 1990), que en general puede relacionarse con el interés del pintor por el tema de la vanitas, presente en varios de sus grabados, como Melancolía o Temporales Aeternitas, pero también, como se ha sugerido recientemente (Sganzerla 2011-12), con algunos debates contemporáneos sobre la esencia de lo humano y la relación entre lo humano y lo animal, la moralidad y la virtud”.

Atendiendo este mismo documento “Castiglione no sería el único pintor de su época en representar un episodio ejemplar de la vida de un filósofo grecolatino. Más concretamente, y como ya ha sido señalado (Percy 1971; Ferrari 1987), en la Italia del Settecento existió una importante corriente neoestoica a la que se asimiló también, por su desapego hacia las cosas terrenas, la figura del cínico Diógenes, y de la que participaría Poussin, el llamado pintor filósofo, cuya influencia sobre Castiglione se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones. El tema de este cuadro, aunque poco frecuente en la época, fue tratado por algunos pintores flamencos como Cornelis de Vos, Jacob Jordaens o Rubens. El propio Castiglione lo abordó en un aguafuerte (Bartsch XXI.20.22) y en un bello dibujo hoy en Windsor Castle (inv. RL4030). Asimismo lo desarrolló en un monotipo (Dusseldorf, Kunstmuseum) que presenta muchas similitudes con la obra del Prado, ya que también en él el filósofo -que en esta ocasión lleva una antorcha en lugar de una lámpara-, se asoma a un parapeto y contempla una escena en la que aparecen animales, humanos y obras clásicas. Por lo que se refiere al estilo y la cronología, estamos ante una obra de madurez, realizada en Génova a mediados de la década de 1640, o tal vez ya durante su segunda estancia en Roma, hacia 1647-51. Como ha señalado Brigstocke (1990), la pintura resulta más clara que otras del pintor, que suelen estar envueltas en una luz de atardecer, tal vez para hacer más elocuente la metáfora de la lámpara de Diógenes. La figura del sátiro, pintado con una pincelada briosa y cálida, hace pensar en Rubens, a quien también se acerca Castiglione en su concepto de la Antigüedad como una realidad palpitante y terrena, alejada de la visión más calculada y arqueologista de Poussin”.

Castiglione ocupa un puesto singular en el barroco italiano por su habilidad como pintor de animales y su peculiar inclinación hacia lo pintoresco y misterioso: personajes orientales, monos y demás seres exóticos, temas de brujería, o escenas nocturnas. Si te ha gustado su obra, y también te gusta el vino, no pierdas la oportunidad de visitar la tienda online de Licores Reyes hoy mismo: https://tienda.licoresreyes.es/shop

Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes