Joachim Beuckelaer (Amberes, 1533–1574) fue un pintor flamenco. Estudió con su tío, Pieter Aertsen (otro tío suyo fue el también pintor Pieter Coecke van Aelst). Muchas de sus pinturas contienen escenas de cocina y mercados, con alusiones religiosas en el fondo. Su obra no es ajena al vino. Esto lo podemos apreciar claramente en Cristo en casa de Marta y María, fechada en 1568.

Beuckelaer pintó tanto escenas religiosas clásicas como escenas de mercado. Se especializó en un tipo de pinturas de tema religioso asociado a una representación aparentemente profana. En ellas desarrolla un código visual que tiene su origen en Quintin Massys y en el que la yuxtaposición de planos, con la escena profana en primer término, encarnando el mal ejemplo, y la escena religiosa al fondo, en tonos apagados, le permite un juicio moralizante.

Su aportación al Renacimiento se sitúa más bien en el campo de la iconografía, que materializa el nuevo gusto antuerpiense por la pintura más anecdótica y decorativa. La prioridad decorativa, los colores sorprendentes y las convenciones espaciales acercan la obra de Beuckelaer al manierismo internacional.

Según encontramos en el texto extractado de Portús, J. en: Fábulas de Velázquez. Mitología e Historia Sagrada en el Siglo de Oro, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 305-306, “la escena evangélica que da título al cuadro se representa al fondo, donde vemos a Jesús sentado en un sillón mientras exhorta a Marta a buscar la salvación eterna. Aunque desde el punto de vista del contenido de la obra se trata de la escena principal, ocupa un lugar muy secundario en la composición, pues el artista ha decidido subvertir las leyes de la narración clásica y dar la primacía visual a un asunto aparentemente banal”. Según Portús, “en el primer término aparecen dos mujeres, una de ellas joven y la otra de avanzada edad, junto a una mesa en la que vemos una auténtica acumulación de viandas y recipientes, lo que hace que en la composición lata una significativa tensión entre el género religioso y el bodegón. Y todo, además, en un escenario y una disposición que no responden a una experiencia de la realidad, sino que se encuentran combinados de manera arbitraria”.

En este mismo documento se detalla que “los elementos arquitectónicos no definen una arquitectura doméstica y la relación entre el espacio interior y el exterior es anómala. Por su parte, los objetos que se exponen en primer término están mezclados sin lógica u orden alguno, y en su disposición no hay un deseo de describir una cocina o despensa, sino una voluntad de apabullar al espectador. El gran plato de pescado está sobre la cesta de manzanas; hay un pato encima de un montón de servilletas, platos y copas; el pan ocupa una posición inverosímil sobre un recipiente de barro, etc. El artista ha querido recrearse en la presentación de una extraordinaria variedad de objetos y demostrar su habilidad para la descripción de texturas”.

Su serie sobre los Cuatro elementos, en la National Gallery de Londres, ejemplifica este tema a gran escala. El Agua, por ejemplo, muestra un mercado de pescado vendiendo doce tipos de pescado, representando a los Doce apóstoles de Jesús. A través de un arco en el fondo vemos a Jesús caminando sobre el mar de Galilea después de su resurrección, haciendo que los peces aparezcan milagrosamente en redes vacías. La obra de Beuckelaer fue influyente en pintores del norte de Italia, en particular Vincenzo Campi.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes