Benjamín Palencia fue un pintor español, fundador de la Escuela de Vallecas junto al escultor Alberto Sánchez. En el amplio conjunto de su obra sobresale quizá la poética del paisaje castellano definida por la generación del 98. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos apreciar en “Bodegón (copa, jarra y frutas blancas sobre fondo azul)”, fechada en 1927.

Deslumbrado inicialmente por un surrealismo de formas zoomórficas y vegetales, guardará en su retina ciertos aspectos del cubismo que resultarán claves en la esquematización de sus paisajes, sin duda lo más representativo de su abundante obra. Si en 1932 se había unido al grupo de arte Constructivo, tras la Guerra Civil practica un realismo austero, que recupera gran parte de la poética del paisaje castellano, y desemboca en el llamado fauvismo ibérico que le convertiría en uno de los pupilos de Eugenio d’Ors y su Academia Breve.

En 1926, tras una temporada en Alicante, viaja por primera vez a París, donde comparte estudio con Pancho Cossio y hace amistad con otros artistas del círculo de Bores, como José Mari Uzelai y Manuel Ángeles Ortiz. Palencia frecuentará la capital francesa hasta 1928, llegando a conocer a Picasso y Miró. A su regreso a Madrid, expone la obra de ese periodo en el Palacio de Bibliotecas y Museos de la capital española, con el apoyo y respaldo de Rafael Alberti y José Bergamín. A pesar de las protestas de parte de los visitantes en esa primera muestra, Palencia vuelve a exponer en el mismo lugar dos años después, en el otoño de 1930. Ese mismo año viaja a Italia. Asimismo, hacia estas fechas comienza a colaborar en La Barraca de Federico García Lorca (llegando a ser su director artístico y a hospedarse en la casa familiar del poeta granadino).

Los bodegones y las naturalezas muertas que Palencia realiza durante estos años muestran reminiscencias cubistas. No obstante, esta tendencia hacia la geometrización se combinará con signos inequívocos del nuevo realismo que se estaba produciendo en la obra de numerosos artistas adscritos a las primeras vanguardias y se conoce como retorno al orden. Es a partir de su estancia en París cuando la obra de Palencia adquiere tintes surrealistas, mostrando progresivamente una mayor libertad expresiva. En 1926 pinta los decorados y figurines para La pájara pinta, obra teatral de Alberti. También durante este mismo año se traslada a Alicante y más tarde a Altea, donde pintará importantes paisajes.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes