Jean Siméon Chardin, llamado sin razón, incluso en vida, Jean-Baptiste-Siméon, está considerado como uno de los más importantes pintores franceses del siglo XVIII. Se le conoce principalmente por sus naturalezas muertas y sus retratos. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en su genial Bodegón con gato y raya, fechado en 1728.
Chardin pasó por los talleres de Noël-Nicolas Coypel estudiando, durante ese periodo de su formación, la pintura holandesa y flamenca del siglo XVII, cuya secuela se rastreará en sus primeras composiciones de bodegones. Muy ocupado por sus funciones de tesorero y por la responsabilidad de organizar la instalación de los cuadros para el Salón de la Academia, oficio llamado «tapissier» (tapicero) que le causará varios altercados con Oudry, Chardin volvió a su primer oficio a partir de 1748 y pintó cada vez más naturalezas muertas. Expuso aún algunas escenas de género pero había dejado de componerlas; serán sólo copias de obras anteriores o variantes de estas.
Chardin cambió poco a poco de estilo. Realizó obras en las que multiplicaba y miniaturizaba los objetos, intentando organizar composiciones más ambiciosas en las que dará más importancia a las transparencias; cada vez más le preocupará el aspecto del conjunto, haciendo surgir de una penumbra misteriosa objetos y frutos.
“El protagonista de los lienzos de Chardin es el objeto; objeto que varía y cambia su papel según la composición y su relación con el resto de los elementos figurados. Se ha dicho que Chardin es el pintor de la burguesía, representada en escenas con figuras de la década de 1730 y en las que los personajes aparecen rodeados de objetos cotidianos que forman parte de su entorno. Sus bodegones están compuestos con utensilios queridos por el pintor que formaban parte de su intimidad y de su vida privada y de los que se serviría constantemente para elaborar sus pinturas”, estima Mar Borobia. Para ella, en este óleo Bodegón con gato y raya “participa de la estética holandesa que impregnó las primeras composiciones de Chardin, en las que el artista adaptó a su gusto temas y formatos nórdicos”.
Según Mar Borobia, “Chardin empezó a acompañar sus objetos silenciosos con la presencia de animales que rompen con sus movimientos la quietud de la composición. Estos dos lienzos, compuestos con un esquema sencillo —una encimera de piedra sobre la que se van alineando los animales, el almirez, las ostras, el salmón, las hortalizas y la loza— se quiebran en su horizontalidad con los pescados colgados de los ganchos. El rico colorido, aplicado con generosidad de pasta y delicados toques repartidos por toda la superficie, nos da una imagen fidedigna y llena de honestidad visual. La gama de blancos, que Chardin utiliza aquí para las escamas del pescado y las pieles de los animales, sería admirada por pintores de la generación siguiente como Descamps”. Ella considera que “el espíritu de estos dos bodegones es distinto del que Chardin desplegó en su célebre Buffet, en el que cambió el gato por un perro y en el que presenta una mesa dispuesta con objetos y alimentos más exquisitos”.
Desde finales del siglo XIV, el grabado, aparte de técnica esencial para grandes artistas como Rembrandt, fue el método más importante para la reproducción y difusión de los cuadros. Durante el siglo XVIII los “coleccionistas” se complacían en la adquisición de estampas que reproducían sus obras con poemas relacionados. Chardin es uno de los autores más copiados en este sentido, convirtiéndose en el autor de moda gracias a sus obras de género.
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