Pintor español, hijo del también pintor y vecino de Madrid, Jerónimo de Loarte, con quien seguramente inició su formación. Son pocos los datos que conocemos de Alejandro de Loarte, ya que no fue citado por sus contemporáneos, y es Ceán Bermúdez (1800) el primero en interesarse por su biografía. A pesar de ser un pintor muy prometedor, debió de morir en plena juventud, ya que no se conocen obras suyas anteriores a 1622 y, a su muerte en 1626, su padre todavía vivía. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Bodegón con cesta de uvas y otras frutas”, fechado en 1624.

Obra de Alejandro de Loarte

Sabemos de su matrimonio en 1619 en Madrid, donde también se encontraba al año siguiente. Poco después debió de ir a Toledo, donde se desarrollaría la mayor parte de su trabajo. Su testamento también nos ofrece información sobre las actividades de su taller, que suministraba tanto pinturas de devoción como, sobre todo, pequeños lienzos de flores, frutas, paisajes y retratos. Sabemos, además, de la realización de cuadros de temas religiosos para iglesias de Toledo y su provincia. El estilo que se desprende de sus obras lo vincula al ambiente toledano contemporáneo, desde las naturalezas muertas de Sánchez Cotán hasta las obras de Tristán y Orrente, con el que debió mantener una buena amistad al nombrarle albacea en su testamento. Será en las naturalezas muertas en las que Loarte muestre lo mejor de su arte, creando, además, unos interesantes ejemplos de bodegones con figuras de los que nos ha quedado la singularísima “Gallinera”, donde demuestra su conocimiento de la tradición flamenca y boloñesa. El Museo del Prado conserva tres obras atribuidas a Alejandro de Loarte: “San Juan Bautista” y “La Magdalena penitente” proceden del Museo de la Trinidad y fueron adjudicadas a Loarte por Francisco Javier Sánchez Cantón. “Milagro de San Bernardo” tiene idéntica procedencia y, tras ser atribuido durante cierto tiempo a Pacheco, se ha relacionado con Loarte.

Según texto extractado de Jordan, W. B. en: Donación de Plácido Arango Arias al Museo del Prado, Museo Nacional del Prado, 2016, p. 36, “Bodegón con cesta de uvas y otras frutas, conjunto simétricamente ordenado en un nicho oscuro, con la cesta de uvas y otras frutas situada en el centro y flanqueada por melones y ramas colgantes de membrillos y granadas, es un clásico ejemplo del tipo de bodegón castellano establecido por Van der Hamen alrededor de 1620 e inspirado a su vez por las singulares y experimentales obras realizadas en Toledo, hacia el cambio de siglo, por Juan Sánchez Cotán (1560-1627). Este bodegón firmado, una de las obras que en 1934 publicó Méndez Casal en su artículo monográfico sobre Loarte, hace pareja con otro muy bello de idénticas dimensiones pero sin firmar que sigue formando parte de la colección Arango. Aunque su pincelada suelta indica que Loarte era un pintor menos incisivo que Van der Hamen o Sánchez Cotán, estos dos cuadros -junto con otros en los que hace gala de un considerable talento para pintar aves y otros animales de caza- nos muestran también a un artista de fuerte personalidad que contribuyó de manera importante a popularizar el género del bodegón en España”.

Siguiendo este mismo documento, “aunque no sabemos dónde, Alejandro de Loarte debió de nacer hacia 1600, y casi con seguridad se educó en Madrid, donde vivía cuando contrajo matrimonio en 1619 y donde su padre, Jerónimo, se dedicaba también a la pintura. Aunque cultivó todos los temas habituales en los pintores de la época, el nuevo género del bodegón representaba al menos una cuarta parte de los ciento cuarenta y nueve cuadros que se encontraron en su taller cuando murió prematuramente en 1626, en su mayoría descritos como lienzos de frutas. Aunque algunos de sus bodegones -los que incluyen figuras humanas- reflejan lo que desde poco antes estaba sucediendo en Italia y Flandes, en general su estilo revela una fuerte influencia del precoz Juan van der Hamen y León (1596-1631), quien, muy poco mayor que él, ya había iniciado una carrera meteórica que establecería para la siguiente generación las normas del género en la pintura castellana e impediría que pintores menos dotados compitieran con él en un mercado que dominaba cada vez más. De hecho, aunque hasta el momento no se ha podido confirmar, no es imposible que los dos artistas fueran primos, pues en algunos documentos que conservamos Van der Hamen se refiere con orgullo a los servicios de un tío suyo, Mateo Loarte, el cual -identificado por ese apellido posiblemente hispanizado- había pertenecido a la Guardia de los Archeros Reales, del mismo modo que lo habían hecho antes el propio Van der Hamen, su hermano mayor y su padre. Tal vez en busca de mejores oportunidades de hacerse con una clientela, Loarte ya había dejado la corte en 1623, trasladándose con su joven esposa a Toledo, donde tuvo sobre todo como clientela a miembros de la clase media de profesionales y artesanos”.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes