Destacado representante de la vanguardia rusa anterior a la Primera Guerra Mundial, Mijaíl Lariónov fue, junto a Natalia Goncharova, el iniciador del rayonismo, un estilo no figurativo relacionado estrechamente con el futurismo italiano. El estilo de Lariónov cambió para dar prioridad a los colores intensos y la pincelada gruesa, algo que poco más tarde utilizaría como herramienta para crear un arte neoprimitivista. Su obra, como la de tantos otros grandes autores, no es ajena al vino.

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“En 1914 su lenguaje artístico había ido abandonando la influencia del futurismo y derivaba hacia un mestizaje entre la estética popular primitivista y la organización cubista del espacio”, considera Paloma Alarcó. Aunque su datación, como la mayor parte de las obras del pintor, presenta serias dificultades, este Bodegón con botella y cortinas ha sido generalmente fechado en ese mismo año, 1914.

En él, según Paloma Alarcó, “conviven elementos cubistas con una cierta intencionada tosquedad técnica, lo que pone una vez más de manifiesto que Lariónov quería devolver al arte la ingenuidad y torpeza propia de los artistas no profesionales o los artesanos de objetos populares”. Inspirados por el Futurismo, en 1913, Lariónov y Goncharova crean lo que puede considerarse como la primera escuela rusa original de pintura no-objetiva (arte abstracto), el Rayonismo. En él, se mezclaban propuestas cubistas y futuristas, sin anécdota, en pos de una independencia de los valores plásticos «en sí mismos».

“En un cuadro rayonista, todos los valores que el amante de la pintura aprecia están claramente a la vista. Los objetos que nosotros vemos en la vida no desempeñan aquí ningún rol (…), en cambio, lo que es la esencia misma de la pintura puede aquí ser mostrada de manera mucho mejor que por cualquier otro procedimiento”, sentenciaba Lariónov. Este ismo no constituyó un grupo organizado pero sí se llevaron a cabo exposiciones que mezclaban vanguardia y arte popular ruso.

En 1914 visitó París para asistir al estreno del ballet Le Coq d’or, de Serguéi Diághilev, para el que Goncharova había realizado la puesta en escena. Un año después, en 1915, abandonaría Rusia para siempre. Visitaría España, para instalarse definitivamente en Paris en 1919. “Mientras intentaba adaptar las peculiaridades del cubismo a las escenografías y vestuarios de los ballets, su vocabulario pictórico se fue haciendo más abstracto”, estima Alarcó.

Lariónov produce entre 1914 y 1929 dibujos de vestuarios, decorados para las producciones teatrales de Serguéi Diáguilev. Goncharova y Lariónov trabajan juntos, se inspiran mutuamente, siguiendo a la vez caminos artísticos independientes. Sus últimos años estuvieron marcados por las dificultades económicas y una precaria salud. Paralelamente, una serie de exposiciones contribuyeron al reconocimiento del importante papel representado por él y su eterna compañera Goncharova, con la que finalmente se casó, en el desarrollo de la vanguardia del siglo XX.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes