Osias Beert fue un pintor flamenco especializado en pintura de bodegón y naturalezas muertas. Su producción se enmarca en la realización de elegantes floreros y ramos sobre jarrones. Llegó a alcanzar una importante notoriedad dentro de este genero. El vino, como en tantos casos de la historia del Arte, no es ajeno a su obra. “Bodegón”, que se estima fue pintado entre 1615 y 1620, es prueba de ello.

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Tras un periodo de formación en Amberes con ­Andries van Basero, en 1602 alcanzó el grado de maestro en el Gremio de Pintores de San Lucas. Entre 1615 y 1623 perteneció a la confraternidad de retóricos de Olijftak, lo que le vincu­la con el mundo intelectual más allá de la actividad pictórica. La pintura de los artistas de Amberes era por tanto de pequeño formato, para facilitar su transporte, y versaba sobre temas superficiales, agradables para la vista, para satisfacer el gusto burgués de la oligarquía comercial imperante.

En el estilo de Beert predomina el dibujo y la linealidad sobre el colorido. En cuanto a sus bodegones, llamados de «desa­yuno», son pequeñas composiciones de mesas con vajilla, cristal y elementos de naturaleza muerta, como la del Museo del Prado, y mantienen el mismo efecto plano de su pintura de flores. Este tipo de pintura fue la que trabajó Beert durante el Barroco Centroeuropeo: bodegones de selectos manjares, que excitaran los sentidos de sus espectadores. El bodegón, conjunto de comestibles, objetos o seres inanimados, fue uno de los géneros pictóricos que consiguió su autonomía en el siglo XVII. El vino siempre ha estado muy presente en ellos. Seguramente aun recuerdes nuestra crítica sobre “Bodegón con porcelana y copa nautilo” (1660), de Willem Kalf.

El bodegón reúne elementos de la vida cotidiana en los Países Bajos, no exento de cierto simbolismo. Las ostras, elementos de distinción burguesa, aluden a la calidad de los productos del mar. No es el primer cuadro que abordamos con ostras ¿Ya has leído nuestra valoración sobre “Comiendo ostras” (1665-1669), de Jacob Lucasz Ochtervelt? En la obra de Beert el vino, dependiendo de sus particulares características, le permite al pintor jugar con efectos cromáticos y lumínicos muy atractivos. “Los objetos están tomados desde un punto de vista alto, típico de Osias Beert, relegando la jarra y las copas a segundo plano, con un sistema de yuxtaposición y fondo en sombra con preparación blanca, ajena a la pintura española”, considera Matías Diaz Padrón, Consejero técnico y conservador jefe de pintura flamenca del Museo del Prado.

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El punto de vista elevado proyecta una visión de la mesa desde arriba, lo que permite una mayor incorporación de elementos, tratados con una perspectiva diferente que redunda en cierta carencia naturalista. La poderosa individualidad con que trata los objetos dispuestos sobre la mesa redunda en una falta de integración del conjunto. Sus cuadros se constituyen por acumulación de elementos, sin una clara estructura formal. En primer plano un plato con ostras y un pan recién hecho. Detrás se muestran cinco vasos de cristal, uno de ellos boca abajo, y al fondo hacia la izquierda, dos cajas cerradas con dulces sobre la que se dispone un cuenco con frutos secos.

La poderosa individualidad con que se tratan los objetos dispuestos sobre la mesa, provoca en ocasiones una falta de integración del conjunto. Según Matías Díaz Padrón, el Bodegón conservado en el Museo del Prado es fragmento de una obra de mayor ­tamaño que fue recortada, de la cual se conserva otro fragmento en el ­Palacio Real de Madrid. Gracias a esta se explica esa cierta desproporción, y permite conocer la simetría y disposición volumétrica más equilibrada del conjunto en su origen.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes