Juan José Gárate y Clavero (Albalate del Arzobispo, Teruel, 11 de julio de 1869​– Madrid, 3 de julio de 1939) fue un pintor español de origen aragonés, que matizó su obra con pinturas de costumbres, retratos y paisajes. Fue conservador del Museo de Zaragoza. En su juventud se matrícula en la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza donde con apenas doce años dibuja a lápiz un retrato de Alfonso XII, cuando éste vino a la inauguración del ferrocarril de Canfranc. Como pintor regionalista, resaltó de forma luminosa y cariñosa los paisajes y rincones así como las costumbres típicas aragonesas. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Banquete interrumpido”, fechado en 1901.

Banquete interrumpido (1901), de Juan José Gárate Clavero-1

En 1884 el Ayuntamiento de Zaragoza y la Diputación de Teruel acuerdan concederle dos pensiones de 450 pesetas anuales, lo que le facilita el acceder a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Dos años más tarde, en 1886, la Diputación de Teruel reconoce su trabajo y le concede una pensión de 4.000 pesetas anuales durante cuatro años, para que continúe sus estudios en Madrid, que pasarán por el Museo Nacional de Pintura. Tras su paso por estas instituciones el mismo Gárate solicita una pensión para continuar sus estudios durante dos años en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Dicha pensión se le concede, al presentar la obra La muerte de Diego Marcilla, y comienza a estudiar en esta escuela poco tiempo después, siendo discípulo de Francisco Pradilla y Ortiz. A partir de 1895 la carrera de Gárate comienza a ser reconocida internacionalmente obteniendo varias medallas en la Exposición General de Bellas Artes en Berlín y en la Exposición Universal de París (1905). Obtiene del mismo modo el Gran diploma de honor en la Exposición Hispano-Francesa de 1908 en Zaragoza y la Medalla de oro de la Exposición Nacional de Panamá 1916. Dos años después la Diputación de Zaragoza decide nombrarle profesor de Colorido y Composición de los estudios superiores en la Academia de Bellas Artes y en 1909 es confirmado como profesor especial interino de Concepto del Arte e Historia de las Artes Decorativas de la Escuela Superior de Artes e Industrias de Zaragoza.

A partir de 1911 tras sus numerosos viajes a Alemania e Italia, se instala finalmente en Madrid, donde expone con una gran repercusión regularmente obteniendo reconocimiento público y siendo sus lienzos publicados en varios medios, para los que en alguna ocasión también él firma artículos. El rey compra la obra Copla Alusiva, premiado con segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904, con destino al museo de Arte Moderno. En su cuadro Canal de Venecia (1911-1912), está representada una dama, su esposa Gloria López Manzanares, sobre una góndola.​ Juan José Gárate muere atropellado por un tranvía en Madrid, el 3 de julio de 1939. Cultivó con reiterada facilidad el tema regional en su versión más costumbrista y el paisaje de rincones típicos y embellecedores de todo Aragón, interpretados con vibrantes efectos luminosos y abundantes empastes, a veces estridentes, que recuerdan el estilo paisajístico de Muñoz Degrain. En el género del retrato, individual o colectivo, destaca su cuadro Vista de Zaragoza (1908).

Según considera Carlos G. Navarro, junto a las escenas puramente taurinas que durante el siglo XIX conocieron en España su mayor proliferación artística, aparecieron pronto cuadros cuya iconografía refleja por separado episodios de la vida de los toreros y situaciones protagonizadas por toros bravos fuera de su contexto, con un marcado carácter anecdótico en ambos casos. De esa segunda vertiente iconográfica quizá el más afortunado fue el titulado ¡Se aguó la fiesta! de Enrique Mélida, obra desaparecida de la colección del Prado que recibió una segunda medalla en la Exposición Nacional de 1876, y cuyo verdadero éxito popular lo atestiguan la multitud de copias y versiones que aparecen de ella con cierta frecuencia en el mercado de arte español. La idea de que una res brava irrumpa una amena situación de entretenimiento está aparejada siempre, ya en estas creaciones de las últimas décadas del siglo XIX, a la aparición de un gallardo concurrente que hace las veces de improvisado torero y se juega la vida enfrentándose al toro mientras el resto de los aterrorizados asistentes pueden ponerse a salvo. Eso sucede también en este Banquete interrumpido, que representa el momento en que un toro asalta, en efecto, el banquete que tiene lugar en el patio de una hostería a finales del siglo XVIII, época dorada para los aficionados a los toros. Con la minuciosidad preciosista que caracterizó la mayor parte de su producción, en la que abundan escenas amatorias y de ronda protagonizadas más bien por los toreros, Gárate describe minuciosamente el desastre que supone la inesperada llegada del animal a la celebración. Por el fondo y hacia el interior de la posada los asistentes al banquete se apresuran a resguardarse del peligro, corriendo hasta perder sus zapatos y sus sombreros, que dejan abandonados por el camino. Varios majos cargan con sus desmayadas acompañantes femeninas, mientras que las supervivientes a la emoción del peligroso imprevisto, víctimas de un terror desaforado, gritan y se ofuscan con desesperación. Otros personajes, durante su huida, caen al suelo, como el majo que en primer término yace junto a un cesto de naranjas volcado, o el caballero con peluca que también ha caído al suelo de espaldas, junto a la mesa. Pero, lejos de cargarse de dramatismo, el afán desesperado de los protagonistas por encontrar un lugar seguro tiene sobre todo un sentido cómico, visible en detalles como el del hombre que trata de esconderse bajo la endeble mesa del banquete, rodeado por los zapatos de sus acompañantes. Opuesta a la puntual descripción del desastre, que está detallada con un nítido interés narrativo, al otro lado del lienzo, la silueta ensombrecida del toro aparece recortada en la penumbra del arco de ingreso contra la luz de la pared encalada del fondo. Un mozo trata de detenerlo, arrojando ante él los bancales en los que estaban sentados los comensales. Esa figura torera, gallarda y bien dibujada, sólo encuentra cierta réplica en otro muchacho que, subido ya a una mesa, le anima en sus operaciones defensivas. En esta composición, con un número de figuras mayor del que suele manejar habitualmente el pintor turolense, desplegó su cuidadosa técnica, muy atenta al estudio de la iluminación y a la descripción de las texturas, con una pincelada prieta y esmerada. Como sucede aquí, Gárate suele captar los aspectos más efectistas del reflejo de la luz sobre las distintas superficies en las que se recrea, hasta pormenorizar numerosos detalles y accesorios que aumentan el carácter decorativo de la pintura.

Banquete interrumpido (1901), de Juan José Gárate Clavero-2

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes